Pablo Neruda: La palabra

"…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen…" de Pablo Neruda: LA PALABRA

19 jul 2014

EL ERUDITO VIENTO Texto-canción


Para ponernos en sintonía, nada mejor que escuchar primero a dos cantautores que disfruto hace ya muchos años: Juan Manuel Serrat, cantando en catalán “Com ho fa el vent” y a Dorival Caymi haciéndolo en portugués (brasilero) con el tema “O vento ”. respectivamente.
En la búsqueda, recopilación e investigación del origen de los diferentes dichos, el que motivó estas reflexiones ha sido “a las palabras se las lleva el viento”, que siendo casi axiomático, no precisa de demasiadas explicaciones a propósito de su significado.
Queda claro. Lo que no queda claro, es a dónde se las lleva, y peor (o mejor) qué hace con ellas.
Yo especulo que el viento lo primero que hace con ellas es integrarlas a su vasto, completo, universal, dominio de los distintos idiomas del mundo. Que las acapara, las hace suyas.
Porque desde el origen de los tiempos, cada palabra que escuchara en su andar, sería más tarde o más temprano de su propiedad.
Desde la eternidad para aquí, y de aquí a la eternidad. Sería una teoría animista, ¿pero cuál no la es desde que vemos a la tierra como un ser vivo, orgánico e indivisible? La tierra habla, se expresa, dicen. El viento es parte de ella y debe su existencia gracias a diferentes razones, como por ejemplo la rotación, la evaporación y temperatura de los mares, los factores climáticos variables, los ciclos de la luna… etc.
Otra maravillosa cosa que he descubierto estudiándolo, es que tal vez sea él el promotor de los diversos idiomas y dialectos, y no sólo un recolector.
Sucedió así, creo: mucho después del Big Bang, el viento aún no sabía hablar con sus propios vocablos, pero como al pasar, cierta vez escuchó a los humanos comunicándose entre ellos. Consecuente con lo que sería después su preferido accionar, dio vuelta, voló a su máxima velocidad, y se apropió de lo escuchado. Ese fue su primer robo. Acto seguido, siguió recorriendo alrededor de la tierra, y dejándole esas palabras a los humanos donde sea que ellos estuviesen. Igual, después volvería por ellas, fiel al dicho que nos ocupa.
Y así nacieron los distintos idiomas, en los que se dice lo mismo, pero con diferentes letras, sonidos guturales o nasales, o lo que sea. ¿Y porqué? Sencillamente porque los que recibían lo que el viento les desgranaba, repetían lo que creían haber escuchado. Y todos en esa región lo decían de la misma manera. Así fue, eso dice la leyenda que comparto con ustedes.
Lo que no es leyenda y lo experimenté en carne propia, fue la anécdota que protagonizamos hoy con mi nieta Valentina, de cinco años, al llevarla en el auto al jardín de infantes.
Ella viajando sentada en el asiento trasero, abre la ventana y me pregunta si estábamos yendo a mucha velocidad. Yo le respondo que más o menos, y a mi vez le pregunto porqué me lo dice.
Con el viento llevándole el pelo para atrás, me dice que ella habla con el viento, y me cuenta que el viento le dice que no le gusta que los autos andando rápido, lo empujen. Don Ramón Gómez de la Serna debería estar más que satisfecho al oír de labios de una niña una preciosa greguería : El viento se queja cuando los automóviles lo empujan al andar rápido. ¡Me quedé de una pieza!, y pensé que tenía que escribir algo después de esa memorable anécdota. Y ahí fue que pensé que el viento habla con las palabras que se ha llevado de todos lados, y en consecuencia debe de ser un erudito.
Y por eso escribo en silencio, para que no me las lleve.

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