Pablo Neruda: La palabra

"…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen…" de Pablo Neruda: LA PALABRA

28 feb 2014

CONFUSIÓN EN EL CIELO......COMO EN LA TIERRA

* Volvió el moderador a solicitar fotos para que escribamos algo afín al edén o al paraíso.
La foto que seleccioné se titula Confusión en el cielo y la tomó José61 de Sonymage.
 La orden de desalojo ya estaba escrita y firmada, aunque alguien pudiera pensar que las cosas podrían haber pasado de modo diferente al que sucedieron.
El dueño del terreno era también el dueño del vecindario, y lo peor es que ninguno de los vecinos tendría la más mínima posibilidad de interferir, y menos de argumentar a su favor o en su contra, pues la suerte de esos dos estaba echada, igual que ellos, y deberían irse con lo puesto, que por otra parte no era gran cosa.
Desde que moraban allí, todas sus necesidades básicas estaban contempladas, y ellos no eran de esas personas acuciadas por el deseo de acumular nada.  Lo imprescindible les era más que suficiente, y a diferencia de las demás personas que conozco, se arreglaban con bien poco.
El clima les ayudaba, debo admitir.  En los lugares donde la temperatura ambiente no presenta demasiados cambios, y además suele ser cálida, tanto frutas como verduras crecen casi de la mano de Dios, como suele decirse, sin grandes esfuerzos, más que el de la recolección necesaria para la subsistencia diaria.
Y así todos los que allí habitaban.  Nadie pasaba necesidades, al menos hasta el momento en que todo cambió, y ya no se vivía el mismo clima que antes. Las cosas empezaron a estar confusas y se establecieron nuevas reglas, y con esas nuevas (malas nuevas debería decir) impartidas por el dueño, ya ellos no podrían estar nunca más tranquilos como antes.  Incluso había cambiado la relación entre los dos. Él tenía para ella una mirada diferente, que no le conocía, y eso le producía sensaciones extrañas nunca antes experimentadas.
Sin una madre que la aconsejara, y un padre adusto que jamás se la nombró, que por un lado no le negaba nada - mejor dicho, todo se lo daba-, pero por otro, bajo condiciones bien específicas, difíciles de comprender, no tenía muchas posibilidades de diálogo, y menos de tomar decisiones por sí sola.
Así que esa mirada la tendría que evaluar sin manejar muchos antecedentes. Estaba realmente confundida.
Sus amistades, aunque numerosas, tampoco le podían ayudar mucho.
Tal vez la orden de desalojo tuviese que ver con aquella mirada. Tal vez él sabía algo que ella aún no manejaba. Tendría que hacer uso de todas sus artes femeninas para al menos compartir “el secreto de sus ojos”. Más tarde confirmaría que ése era el camino.
Claro que todo tiene su precio, y disfrutar de esa mirada, y devolvérsela tal cual, sería finalmente la sinrazón del desalojo.
Sin explicaciones previas, sin posibilidades ni de voz ni de voto, sólo tener que acatar por acatar. Tan sólo porque había que respetar la nueva norma. Nada de libre albedrío. ¡Válgame Dios!
Acá, el que las hace, las paga, rezaba la advertencia. Ahí tenían que rezar hasta las advertencias.  No se salvaba nadie.
Y llegó finalmente el día aciago. Sin misericordia, sin contemplaciones y sin antecedentes a los que recurrir para recusar.Y los echaron a ellos, y los echaron a todos. Bueno, a todos no, a los budistas no, a los árabes tampoco, a las tribus indígenas que poblaron la América tampoco, a los esquimales menos (esos siempre vivieron en el frío polar) a los ateos ni te cuento, y la lista continúa, afortunadamente, en forma interminable, gracias a Dios. O no. 
Bernie5422            

27 feb 2014

MARA, UN POQUITO MÁS DE AQUELLO.

                                   Recova 532 casi esquina con Avenida de las flores era una buena ubicación. No demasiado céntrica, con tráfico por la avenida sí, pero reducido dramáticamente a esa altura de la numeración, porque a poco más de cincuenta metros esa calle terminaba en un “cul-de- sac” que le otorgaba cierto aire íntimo al lugar.
A dos cuadras un centro comercial, y la parada de dos o tres líneas de autobuses con buena frecuencia a sólo una, y hasta aquél que la dejaba justo en la playa.  Cómodo, versátil, y de cierto nivel el barrio.
La casa nueva lo tenía todo.  El garaje se había habilitado como pequeño salón de clases, con entrada independiente para alumnos y proveedores, a pocos pasos de la vereda, y además gozaba de conexión interna con la casa y el baño de planta baja, que alimentaba el aula y la cocina-estar. Independencia y conjunción, una distribución ideal, en especial para Mara, que oficiaba dicotómicamente de ama de casa y profesora de sociología.
Si bien las tareas de la casa no era lo que más le gustaba, la sencillez práctica (hoy llamada minimalismo) predominaba por sobre todas las cosas, en la decoración y ambientación, y eso le hacía más fácil la cotidiana e ineludible labor doméstica. No obstante, había decidido no ser presa de las obligaciones culinarias y de limpieza, y sostenía que prefería trabajar algunas horas más en la semana, y así financiar el costo adicional para derivarlas o tercerizarlas como se dice ahora, pero bajo su atenta mirada.
Por eso estaba a las diez de la mañana sentada en el escritorio, enfrentando a la docena de alumnos que trabajarían con ella durante tres horas corridas, sin preocuparse del almuerzo y demás. 
-Bueno alumnos-colegas, como les llamaba, pues les decía que así los consideraba de antemano. Estaba orgullosa de su capacidad didáctica y no se permitía que alguno de sus alumnos no finalizara el curso, graduándose como corresponde. Si era preciso aumentar en algún caso particular las horas-alumno, de buen grado, y gratis, lo hacía.
Habrán notado, decía, que la tesis de trabajo individual fue distribuida por mí a cada uno de ustedes sin previo aviso.  Todos pudieron, si así lo hicieron, leer lo que los demás escribieron sobre el tema. Esta estrategia es para que la clase de hoy tenga una dinámica……, y en este tono de charla amena, ausente totalmente de tintes doctorales, tenía a su pequeño auditorio totalmente entregado, y manejaba las riendas de la cosa con total soltura.
Eternamente acompañada por un tazón de té de hierbas, y con las piernas flexionadas sobre los almohadones del sofá del living en la planta alta de la casa, leía ya por segunda vez aquél trabajo que tanto le había llamado la atención, y que le fuera enviado por internet –tal el sistema establecido por ella- por una de sus alumnas del curso
Le había atrapado desde el principio. Debían los alumnos escribir a propósito de las conductas sexuales y su importancia o no en la estructura de la sociedad moderna. Esta chica había encarado el tema titulándolo “El mandato y el qué dirán, dos candados invisibles”.
Se intuía originalidad y audacia contestataria desde el vamos. Estaba claro que Mara les había preparado el escenario presentando los personajes y sus correspondientes perfiles, como telón de fondo, contando lo más fielmente posible las historias de su amiga Eli, su ocupación, su vida íntima y lo que con ella acontecía, todo con los nombres cambiados como habían pactado las dos mujeres.
La mayoría de los alumnos se habían abocado a las repercusiones de lo sexual en la sociedad, pero esta chica estaba preocupada u ocupada en estudiar las improntas, los orígenes de las diferentes conductas, y explicar así, desde el antes, lo que marcaría indeleblemente la relación de cada ser humano con respecto al tema en cuestión.
Porque lo relevante del planteo, era sostener que tanto el mandato como el qué dirán, formaban parte como de dos sociedades -una chica, familiar, y otra mayor, envolvente- encadenadas o encandadas (término acuñado por ella, por lo del candado), con interrelación constante, y marcando directrices conductuales para cada persona. Esa particular interconexión explicaría –según la alumna- la conducta sexual del adulto y la forma en que ésta se manifestaría luego en la inserción del individuo en la sociedad.
Entonces teorizaba, que tanto Laura (Eli), como el hombre (Raúl) se debían a un mandato del modelo paterno y materno, con códigos particulares que difícilmente objetaran en la edad temprana, y luego a esquemas y pautas de la mini sociedad en la que se desarrollarían cada uno, seguramente distintos a los anteriores. Éstos no sólo te marcaban los caminos a seguir, sino que también te decían lo que te tenía que gustar y cómo te tenía que gustar (lo hicieran o no), y qué de ello era "bueno" y qué "malo". Los candados de los que hablaba.
El equilibrio, la madurez e independencia que lograran en el futuro, sería lo que marcaría el derrotero de cada uno para lograr (obtener) la felicidad.  Término difícil de definir si los hay, argumentaba con cierta solidez y audacia, como les adelantaba unos párrafos antes.
Mara estiró el brazo hacia la mesita ratona que estaba pegada al posabrazo del sofá, tomó una hoja y una lapicera, y comenzó a escribirle acerca de ese interesante trabajo, a quién probablemente pudiese compartir los puntos de vista allí planteados.
Querida Eli: esto da para más, pero te quiero adelantar que.....

                                    Bernie5422 

23 feb 2014

LA MAR ESTABA SERENA...SERENA ESTABA LA MAR

El pequeño velero sintió cuando su vela de tres colores, se convertía de hinchada a fláccida casi de golpe.
El sonido de su quilla surcando el mar se apagó, y el cielo acompañó esa novedad con otra: se viene una tormenta.
¡Al diablo!, exclamó el navegante, pero sólo él entendía lo que quería decir. Acá se acabó el paseo, pensó, y más vale que podamos regresar con los primeros soplos, antes de la ventisca.
Sabía por oficio, pero también por el dicho popular que le confirmaba cada vez, cuando viene la calma chicha, le sigue atrás una tormenta.
No le preocupaba por el peligro que pudiese significar, porque su velerito se cubría completamente con una cobertura plástica especial, que convertía a la embarcación en un huevo imposible de naufragar.  El ser marinero solitario le obligaba a tomar todo tipo de precauciones, lo que no podía controlar por completo -y él lo sabía- era ese silencio inmóvil que lo envolvía todo como congelando el tiempo.
Y así lo vivía él.  Para ese muchacho el reloj no corría aunque sus manivelas dijesen lo contrario cuando eso sucedía.  Para contrarrestarlo, echaba mano a varios trucos que ya había ensayado con antelación.
Una de las cosas a las que acudía era a todas las maniobras preparatorias que tenía que ejecutar para enfrentar viento y lluvia fuertes.  Cambió su ropa por un grueso capote impermeable fuertemente ceñido a la cintura, y ató al mástil ya plegado una cuerda para sujetarse y no caer al agua si las cosas se ponían difíciles.  No era tiempo de tormentas, pero con las variaciones del clima no se juega. Hay que estar preparado.
Lo segundo – porque se conocía- era por ejemplo ponerse a desenredar el lío de nudos y enredos que se le había formado en el reel cuando pescaba, y no había tenido tiempo de hacerlo hasta ahora.
Era realmente una tarea que tenía que distraerlo, porque si se jala del asa equivocada, se aprieta aún más el embrollo y después será menester cortar y unir, o más drásticamente cortarlo todo y remplazarlo por nylon nuevo. Había que disponer de mucha paciencia, mismo.
El agua no se movía, el barco no se mecía, el cielo aún no hablaba, y sólo se escuchaba el silbido del pescador acompañando el crir-cric del aparato, cuando en marcha y contramarcha acompañaba el desenredo.
Bueno, pensaba mientras recogía parte de la tanza, no debo ponerme nervioso, ya pasará (y se refería a la inmovilidad que le rodeaba implacable).
Sabía también, que a veces duraba mucho tiempo, que no quería en ese momento mensurar, porque cada minuto congelado se le hacía eterno.
Finalizó –lamentablemente- la tarea más rápido de lo pensado, y guardó todo dentro de la caja de pesca pulcra y ordenada, como la debe tener quien ama ese pasatiempo.  También, porque el barco era chico, y cada cosa en su lugar genera espacios imprescindibles a la hora de cargar y de echarse a la mar.
Comenzaba  a exasperarse, y ya empezaba a rascarse el pulgar, bien al lado de la uña, con el dedo mayor, como queriendo despegar la piel que la cubría incipiente en la medialuna del nacimiento.
Después, en casa, se lamentaría del destrozo que eso produciría en el dedo, pero bueno, eran males menores.
Mucho peor era cuando tomaba el hachita que destinaba para cortar leña, y tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para no agarrarse con el velerito a hachazo limpio, y totalmente descontrolado, pegar contra todo lo que tuviese cerca.  Ya le había pasado, por eso pensaba y pensaba en cómo evitarlo.
Comprobó que se le había acelerado el pulso, y que la respiración antes contenida, se manifestaba entrecortada y ruidosa.  La boca seca, y ya amenazaba la piel de la cara con cubrirse de sudor profuso, como se tiene cuando se enfrenta uno a situaciones límites, sin poder manejar el stress.

De pronto, no sé lo que lo motivó, pero por primera vez habló en voz alta y dijo aunque nadie lo escuchara: ¡por Dios, que sople algún vientito, antes que me vuelva loco!, y acto seguido le cambió la expresión de la cara, porque se descubrió pensando una frase que le causó gracia por lo contradictoria: necesito algo de aire para que me vuelva la calma. Para que me vuelva la calma, repetía, disfrutando el  contrasentido de pelear contra una calma y desear la otra.  Cambiar una calma por otra también sosiega, y prefirió ocurrente y filósofo (pues también le había cambiado el humor) cambiar una calma por otra calma, también calma. Y como no hay mal que dure cien años, sintió, aliviado, como una leve brisa comenzaba a secarle el sudor de la frente.

22 feb 2014

SE ACABA

*Nota del editor:- Primero fue “Como botón de chaleco”; luego le siguió “Sendas cartas”, y la trilogía finaliza en esta entrega. Eso es lo que quiere decir*Nota del editor:- Primero fue “Como botón de chaleco”; luego le siguió “Sendas cartas”, y la trilogía finaliza en esta entrega. Eso es lo que quiere decir el título, y no alude al tema central de los relatos, como se podría -con razón- suponer. ;) 
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------.
A primera vista, era sólo un hombre sentado en una silla de un bar, junto a una pequeña mesa pegada a una ventana, al lado de una columna, que no le impedía apreciar la acera de enfrente, sin que por ello quedara muy evidente su presencia. Más precisamente, ver el edificio de cuatro o cinco pisos de generosa entrada, con una importante puerta vidriada y la clásica chapa de bronce con los timbres de los departamentos, donde, la más de las veces, están escritos los apellidos de los que habitan cada piso. En una visión más de cerca, hubiese podido advertir que el que correspondía al tercero A, sólo tenía grabadas dos letras separadas por un punto: E.M, pero no tenía la más mínima intención de hacer tal cosa.
El humo del cigarrillo y el humeante café, completaban la escena de ese hombre entrado en canas, sobriamente vestido y en actitud de apacible espera. Todo en él emanaba esa sensación.
 
Me lo voy a fumar despacito, y me lo voy a tomar de igual manera, pensaba, mientras le daba una pitada larga, luego de un pequeño sorbo de café.
No era, les cuento, otra cosa que el reflejo de lo que ese hombre experimentaba por dentro. Su espera no perseguía otro fin que el del encuentro con Eli en cuanto ella saliese por esa puerta. Tampoco para ello estaba demasiado ansioso. Había aprendido que no lo precisaba. Es más, lo estaba disfrutando. Su orgullo de macho conquistador (y ahí no cuenta la edad) estaba harto satisfecho. Nunca antes le había sucedido sentir esa seguridad de pertenencia, ni tampoco tal protagonismo. Y todo porque había dado con la tecla, casi sin proponérselo. Y la cosa le gustaba cada vez más. No sólo le permitía seguir con su acostumbrada vida de soltero, sino que le otorgaba un complemento que encajaba perfectamente con ese perfil. Ahora estaba “de novio”. Y eso sí que era nuevo para él. Tenía una mujer joven y bonita que lucir, y que a las claras disfrutaba, o al menos no mostraba signos de preocupación por ello, de la notoria diferencia de edad.
Otro gol para ese jugador. Más analizaba la cosa, más regocijo le invadía.
 
Los hombres -genéticamente hablando- tenemos eso. Queremos ser el macho alfa de la manada ( aún sin merecerlo), ser reconocidos como tales y si podemos, lograr cierto grado de obediencia y de subordinación, en éste caso, de la pareja. Y se le estaba dando, porque en el terreno en que todo esto pasaba, él era la persona más importante. Ella tenía su vida estabilizada, tanto en lo laboral como en lo económico, y eso le dejaba al hombre su territorio muy bien delimitado. No tenía que orinar el perímetro, se lo había ganado casi sin esfuerzo, y no tenía oponentes. Estaba de lo más tranquilo y seguro. Eso, pienso que su tranquilidad y serenidad provenían no de una característica de su personalidad, sino que era el resultado de su aplastante (adjetivo que saboreaba) victoria.
-Somos de lo peor, quiero que me entiendan. No recuerdo cuándo ni dónde lo escuché, pero me sumo: los hombres somos un mal necesario.
Echando una mirada algo humorística, como Quino dibujara en aquél chiste gráfico, “ella lo tenía casi todo, un trabajo estable y bien remunerado; piso propio, y auto cero kilómetro. Sólo necesitaba un hombre que la desestabilizara”.
Eli entraba al ascensor que la llevaría a planta baja, y de allí se encaminaría a la puerta de salida del edificio experimentando mientras tanto cierto grado de excitación, poco conocida por ella.
Sabía, o al menos eso sentía, que el hombre (su hombre) estaría sentado esperándola en el barcito de enfrente, en el que tomara café con confesiones con Mara. Era un lugar con historia, porque sabía haber sido testigo de la de su vida personal. A él se encaminaba con la comodidad como la que tiene el que entra en su casa.
 
Estaba consciente de ello, pero la agitación no desaparecía, esa que traía desde el tercer piso. Lo curioso para ella, es que no le producía disturbio, más bien se podría decir que le era agradable esa sensación.
 
Tal cual, por primera vez sentir que algo la desestabilizaba para su provecho –disfrute, mejor- le hacía, curiosamente, sentirse mejor.
Otro gol para el que desde enfrente, ignorante de tantas reflexiones, apuraba su café, daba la última pero corta pitada, y se levantaba para salir al encuentro de esa bella mujer, que cruzaba la calle con una encantadora sonrisa iluminándole el rostro.
;)Bernie5422. con una hermosa sonrisa. el título, y no alude al tema central de los relatos, como se podría -con razón- suponer.  
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A primera vista, era sólo un hombre sentado en una silla de un bar, junto a una pequeña mesa pegada a una ventana, al lado de una columna, que no le impedía apreciar la acera de enfrente, sin que por ello quedara muy evidente su presencia. Más precisamente, ver el edificio de cuatro o cinco pisos de generosa entrada, con una importante puerta vidriada y la clásica chapa de bronce con los timbres de los departamentos, donde, la más de las veces, están escritos los apellidos de los que habitan cada piso. En una visión más de cerca, hubiese podido advertir que el que correspondía al tercero A, sólo tenía grabadas dos letras separadas por un punto: E.M, pero no tenía la más mínima intención de hacer tal cosa.
El humo del cigarrillo y el humeante café, completaban la escena de ese hombre entrado en canas, sobriamente vestido y en actitud de apacible espera. Todo en él emanaba esa sensación.
 
Me lo voy a fumar despacito, y me lo voy a tomar de igual manera, pensaba, mientras le daba una pitada larga, luego de un pequeño sorbo de café.
No era, les cuento, otra cosa que el reflejo de lo que ese hombre experimentaba por dentro. Su espera no perseguía otro fin que el del encuentro con Eli en cuanto ella saliese por esa puerta. Tampoco para ello estaba demasiado ansioso. Había aprendido que no lo precisaba. Es más, lo estaba disfrutando. Su orgullo de macho conquistador (y ahí no cuenta la edad) estaba harto satisfecho. Nunca antes le había sucedido sentir esa seguridad de pertenencia, ni tampoco tal protagonismo. Y todo porque había dado con la tecla, casi sin proponérselo. Y la cosa le gustaba cada vez más. No sólo le permitía seguir con su acostumbrada vida de soltero, sino que le otorgaba un complemento que encajaba perfectamente con ese perfil. Ahora estaba “de novio”. Y eso sí que era nuevo para él. Tenía una mujer joven y bonita que lucir, y que a las claras disfrutaba, o al menos no mostraba signos de preocupación por ello, de la notoria diferencia de edad.
Otro gol para ese jugador. Más analizaba la cosa, más regocijo le invadía.
 
Los hombres -genéticamente hablando- tenemos eso. Queremos ser el macho alfa de la manada ( aún sin merecerlo), ser reconocidos como tales y si podemos, lograr cierto grado de obediencia y de subordinación, en éste caso, de la pareja. Y se le estaba dando, porque en el terreno en que todo esto pasaba, él era la persona más importante. Ella tenía su vida estabilizada, tanto en lo laboral como en lo económico, y eso le dejaba al hombre su territorio muy bien delimitado. No tenía que orinar el perímetro, se lo había ganado casi sin esfuerzo, y no tenía oponentes. Estaba de lo más tranquilo y seguro. Eso, pienso que su tranquilidad y serenidad provenían no de una característica de su personalidad, sino que era el resultado de su aplastante (adjetivo que saboreaba) victoria.
-Somos de lo peor, quiero que me entiendan. No recuerdo cuándo ni dónde lo escuché, pero me sumo: los hombres somos un mal necesario.
Echando una mirada algo humorística, como Quino dibujara en aquél chiste gráfico, “ella lo tenía casi todo, un trabajo estable y bien remunerado; piso propio, y auto cero kilómetro. Sólo necesitaba un hombre que la desestabilizara”.
Eli entraba al ascensor que la llevaría a planta baja, y de allí se encaminaría a la puerta de salida del edificio experimentando mientras tanto cierto grado de excitación, poco conocida por ella.
Sabía, o al menos eso sentía, que el hombre (su hombre) estaría sentado esperándola en el barcito de enfrente, en el que tomara café con confesiones con Mara. Era un lugar con historia, porque sabía haber sido testigo de la de su vida personal. A él se encaminaba con la comodidad como la que tiene el que entra en su casa.
 
Estaba consciente de ello, pero la agitación no desaparecía, esa que traía desde el tercer piso. Lo curioso para ella, es que no le producía disturbio, más bien se podría decir que le era agradable esa sensación.
 
Tal cual, por primera vez sentir que algo la desestabilizaba para su provecho –disfrute, mejor- le hacía, curiosamente, sentirse mejor.
Otro gol para el que desde enfrente, ignorante de tantas reflexiones, apuraba su café, daba la última pero corta pitada, y se levantaba para salir al encuentro con una encantadora sonrisa iluminándole el rostro.
Bernie5422.de esa bella mujer, que cruzaba la calle
con una hermosa sonrisa.

17 feb 2014

SENDAS CARTAS (una para cada una de las cuales)

La portera recibió del cartero la correspondencia y como era habitual, la distribuyó prolijamente en los casilleros que a esos efectos estaban colocados al pie de la escalera del edificio.
Un poco chismosa, o por esa incontrolable manía de los conserjes de conocer arte y parte de los ocupantes de cada departamento, no dejó de advertir que esa carta en particular provenía del norte del país y recordó al instante que la remitente era aquella muchacha que vivía en el tercer piso, en el tercero B.
Mirá,  pensó maliciosa, con que estas dos eran amigas o vaya a saber qué, ¡y con esa carita de mosquita muerta, quién lo hubiera dicho!  Claro que se refería a la remitente, no a la señorita Eloísa Moreno del tercero A, de quién sabía lo que había que saber.
Eloísa sacó el pequeño llavín que abría la puertita de su buzón, recogió los sobres y con agradable sorpresa descubrió la que le enviaba su antigua vecina. Me ha respondido, pensó, mientras recordaba el contenido de la postal que le escribiera en año nuevo, y subió al elevador con una tenue sonrisa que acompañaba también a un melancólico gesto.
Cuando llegó al tercer piso ya había leído al menos dos de las tres hojas y se quedó leyendo la última con una mano sosteniéndola  y con la otra- sin advertirlo- aferrada a la manija de la puerta plegable que ya había dejado entreabierta.
Fueron dos las razones de tal comportamiento: la ansiedad por saber porqué  su amiga le había escrito (sólo mantenían breves charlas telefónicas) y la otra porque tampoco recibía cartas de nadie, a lo sumo  pequeñas misivas de clientes, destinadas a concertar citas, porque por un tema de seguridad sólo las hacía por ese medio. Jamás le dio a nadie, salvo a Eli, su número de móvil.
Lo tenía por si alguna vez lo precisara de urgencia. Cuando por su trabajo necesitaba hacer una llamada telefónica, lo hacía en el público que estaba en la acera de enfrente, al lado del bar.
LA PRIMERA:
-“Querida amiga comenzaba diciendo, y luego, a continuación, le ponía al tanto de sus asuntos profesionales y le contaba también sobre su casa nueva, con estudio incorporado, y cómo eso le facilitaba una vida más tranquila, sin tantos desplazamientos, en una ciudad con tanto tráfico.
A propósito había dejado para el final los comentarios que tenían que ver con el tema de la postal.
“……y claro, te imaginas que no es para mí un asunto menor, en cuanto no lo es para ti, demás está decir. Más allá de que la cosa en sí misma es tema de preocupación para la mayoría de las personas, no todo el mundo tiene la valentía de compartirlo y menos de confesarlo.  Los solteros-genéricamente hablando- para no ser blanco de indeseables comentarios, y los en pareja para no sacar los trapitos al sol en asuntos que aparentemente deberían ser tema de dos, no de tres o vaya uno a saber de cuántos.
Me he alegrado mucho de tu paseo por el cielo, pero también siento  intriga por saber detalles: con quién; cuándo; y por sobre todas las cosas si se ha repetido.
Espero – si lo quieres hacer- me lo cuentes todo en otra carta, y no te olvides que debes  enviarla a mi nueva dirección. Te quiere, Mara.
LA OTRA:                       
“Querida Mara: tenía razón el que escribió ¡qué lejos los amigos y qué cerca! , pues es lo que sentí mientras te leía.
Además, me di cuenta de que extrañaba nuestras charlas en el bar.  Hacerlo por teléfono me cuesta, y esta alternativa se acerca más a la primera opción, al menos así me sucede, no sé a ti.
Te envié por una empresa de transportes un regalo para tu casa nueva (en realidad para el estudio), que creo que irá acorde a tu modo de decorar.  Lo puedes cambiar, porque es de una tienda que sé positivamente tiene sucursal allá donde vives.  Sí, sigo siendo una mujer práctica, como ves.
Bueno, al grano, que no te voy a dejar con la espina.  No te digo que había tirado la toalla, pero ya no me lo esperaba.  Tal vez allí radicaba todo.  El hombre era un tipo maduro, sin demasiadas urgencias y más dispuesto a disfrutar de su experiencia que simplemente de echarse un polvo más.  Y le dejé hacer.  Todo pasó en un tono apacible y confortable, y mientras él demostraba sus diversas formas de satisfacer a una mujer, sin apuro, yo podía desprenderme de mi actitud habitual y preferir disfrutar que hacer disfrutar. ¡maravillosa  experiencia!
Su habilidad consistía en saber de antemano sus limitaciones, y se dedicó a mí enteramente, reservando su momento para el final. ¡Un artista!  Siempre recuerdo que en un viaje de vacaciones en mi adolescencia, el padre de mi amiga nos preguntó si creíamos que el escultor encontraba la figura que había dentro del trozo de mármol, o, lo tallaba inventándolo.  Siento que tengo ahora la respuesta correcta.  Las dos cosas.  Él sacó lo que había latiendo en mi bloque, y además lo reinventó a su gusto y al mío. ¿Se entiende?
Por otro lado, la relación sigue, pero para tu información, con cama afuera, en su casa, no en la mía.  Si hay un futuro, tengo planes para él, si no, disfruto lo que tengo ahora.
Mi vida laboral no ha cambiado, sólo que separamos los territorios, porque él sabe que fue el primero y que será el único, pues se lo he hecho saber sin que le quepa la más mínima duda.  Soy una mujer acabada en el sentido más gratificante del término. Ja,ja,ja.
Te mando un cariñoso beso, y no descarto hacerme un tiempito e ir de visita. Eli
P.D: Buscá en youtube un tema “Teresinha” de Chico de Buarque ,y vas a entender totalmente lo que me pasa. Otro beso.

                                        Bernie5422

16 feb 2014

COMO BOTÓN DE CHALECO


Discretamente disimulada, la palangana de cerámica reposaba junto a la jarra de idéntico diseño, sobre aquél delicado mueblecito de madera oscura, recostado en la pared que quedaba a la izquierda, como yendo  al pequeño excusado.
Pequeño pero pulcro. Una ducha sin bañera, cortina de tela blanca, de seda, con pequeñas rosas bordadas en la misma tela y con el mismo blanco tiza, un gancho de cerámica de donde colgaba una toalla de baño, que sólo ella utilizaba, y otra haciendo juego, más pequeña, prolijamente doblada en dos y acompañada por el cepillo de pelo, el de los dientes, y el pomo de pasta dental.  Esos cuatro elementos en una repicita, justo debajo del espejo de marco  trabajado en relieve y todo pintado de dorado a la hoja.
Piso damero, sobrio y coqueto, en gris y beige, el mismo tono del estucado de las paredes y del encalado del techo.
Chico diría, menudo casi mínimo, el departamento terminaba en sus escasos 40 metros, en un dormitorio que se adivinaba detrás del biombo de madera -laqueado en un verde pálido-, que enfrentaba a la puerta de madera maciza que daba acceso a la vivienda.
Vivienda, en el estricto sentido de estar destinada a casa-habitación, no se podría decir.  No tenía cocina, por ejemplo.  Sólo un pequeño calentador eléctrico y los utensillos necesarios para preparar un té o un café, todo adentro de una heladera tipo frigobar, puesta en la pared opuesta al mueblecito de la palangana.
Colgaba del techo, justo encima de la cama matrimonial, un ventilador de techo con aspas de esterilla, que también armonizaban con el color de las mesas de luz y los tirantes de la cama.
Debajo de ella, en una gran caja, guardaba algún juego de cama y varios paquetes con fina ropa interior de varios colores y diseños.  Una frazada y algunas almohadas extras, en un arcón de madera con grilletes de bronce, al pie de la cama, terminaban el decorado.
¡Ah!, no, me olvidaba. Dos cuadros de paisaje, uno de campo y una marina, de buenos artistas nacionales, los dos a la misma altura, el mismo marco, y en la misma pared.
Casi decorado y diseñado como los que se pueden apreciar en esas revistas de interiores.  Sucede que para Eloísa o Eli -como le gustaba que la llamaran- era muy importante que ese lugar fuera muy acorde con sus gustos personales, pues pasaba allí la mayor parte de las horas del día o de la noche.
También tenía que dar una muy buena impresión a los que allí entraban.
Porque mire que entraban. Uno atrás del otro, como botón de chaleco, como dice el dicho (que es lo que hacen los dichos, por otra parte).  Es que ella era muy profesional, y eso se sabía.  Tampoco era muy elevado su arancel, pero seleccionaba, en lo posible, a sus clientes. Discreción y buenos modos.
Lo tenía claro.  Lo primero era aparentar satisfacción y gusto por estar con la compañía de turno, y su experiencia le había enseñado a no necesitar involucrarse emocionalmente con la otra persona.
Soltera y sin compromiso, Cerraba con doble llave al irse del trabajo, y hasta el otro día.  Así era como tenía planificada su vida laboral.  Separada por completo del resto, del que no nos ocuparemos por ahora.
Porque lo que sucedía dentro de ese departamentito, y lo que se vivía dentro de ella, sólo lo supe en detalle cuando sentadas en un café, me lo explicó todo, así como se los estoy contando a ustedes  ahora.
Vivía yo en el mismo edificio, puerta por medio, y un día, por esas cosas del momento, entablamos conversación, y a partir de allí, hablábamos todas las veces que podíamos, en una charla sencilla, pero franca. Por eso lo sé todo, o casi todo.
Eli comentaba de su trabajo sin tapujos, ni vergüenza social. En un idioma coloquial pero culto a la vez, descubría con detalle todo lo que fuera de mi interés, en el afán de enseñarme un poco más de la vida.  Porque miren que esa mujeres si algo saben es de la vida. Como en un confesionario, o en el diván del analista, comparten dichas y desdichas de muchas personas. Las conocen por dentro más que lo que pueden saber los que con ellos conviven a diario.
Hombres y mujeres por igual, claro.  En su trabajo no había discriminación ninguna, de ninguna clase.  Mientras fueran educados y limpios, cualquiera gozaba de sus favores- decía- entornando cómicamente sus ojos y con una sonrisa maliciosa en su rostro.
Una mujer bonita y sensual.  Siempre bien vestida, o por lo menos a la moda, y nunca dejaba de estar algo maquillada, muy discretamente, por otra parte.

Y bueno, lo que les quería contar viene ahora, pues aquél día yo, no ella, me pasé de la dosis de vino blanco, y derribando alguna barrera de discreción, me lancé a preguntarle de su vida personal, de sus sentires, de sus sentimientos, y de cómo los manejaba.
No dudó en responderme, porque más allá de todo, yo no representaba ningún peligro para su trabajo ni para su integridad personal, y que además -me dijo-  le unían a mí cada vez más, lazos de empatía y compañerismo. Además, éramos de la misma generación, y eso ayudaba.
Y hablamos de lo sexual, como era de esperar.  Era casi lo que más me interesaba saber de ella.  Y bueno, me contó de sus primeros pasos y de cómo había progresado en su labor, y de cómo se defendía (sí, defender era el verbo que utilizaba) del peligro de mezclar su trabajo con sus placeres.  Al punto de confesarme que no tenía novio, ni había tenido una relación amorosa en muchos años.
Lo que más me sorprendió de la confesión, fue que me contó que no sabía lo que era experimentar un orgasmo, que nunca le había pasado, pero que no perdía las esperanzas de tenerlo algún día.
Me quedé de una pieza, pueden imaginarlo.
Me confesó que lo que deseaba íntimamente, era que algún cliente, hombre o mujer, no interesaba, alguna vez, tuviese la delicadeza de tratarla como una persona necesitada de recibir, no sólo de dar, y con tal afecto, que le hiciesen olvidar su esmerado trabajo, y le permitiesen sentir y disfrutar del sexo sin fronteras.
Ese día nos quedamos fuera de hora, haciendo extras, conversando, hasta que cerraron las puertas del café. Le dije que sería un capítulo aparte en mi tesis  (cambiando nombres originales por otros de fantasía, claro) del doctorado de sociología que estaba a punto de finalizar, y me dijo que sí, que por ella, todo bien.
Desde aquél día, han pasado algunos años, yo me mudé bastante lejos de la ciudad por temas de trabajo, pero siempre supimos seguir en contacto.
Hace poco, para fin de año, recibí de ella una postal de esas grandes y muy dibujadas con un enorme ¡¡felicidades!! escrito al frente.  Al abrirla, en  medio de signos de admiración y corazones dibujados por ella, había escrito: conocí el cielo, por fin. No era como me lo había imaginado, era mejor. Un beso Eli.
Deposité en el buzón la carta, en donde le preguntaba si eso había en alguna manera cambiado su estilo y modo de vida, pero eso ha quedado sin respuesta  hasta el momento.
Probablemente sea buen material para un nuevo escrito que tengo en mente. De todas maneras, será con su permiso, no antes.  Eso también le decía en mi carta.
Bien, ya tienen bastante material para la discusión en el seminario.  La seguimos mañana.  Gracias

                               Bernie5422

8 feb 2014

¡ LEVEN ANCLAS !


Viaje del Parnaso es una obra narrativa en verso de Miguel de Cervantes publicada el año 1614 escrita en tercetos que cuenta el viaje al monte Parnaso de Cervantes y los mejores poetas españoles para librar una batalla alegórica contra los malos poetas.El poema cuenta un viaje literario, por geografías reales y míticas, en el que Miguel de Cervantes, montado en una mula, emprende la misión de reclutar a los mejores poetas españoles para librar una batalla contra los poetas mediocres. Para ello viajará de Madrid a Valencia, donde con ayuda de Mercurio, reúne un contingente de buenos poetas y se hacen a la mar en un barcoalegórico, hecho de versos, con destino al Parnaso, donde librarán una batalla contra los poetastros que pretenden tomarlo. En el viaje marítimo, partiendo de Cartagena, avistan GénovaRomaNápoles y consiguen pasar el peligroso estrecho de Mesina, entre Escila y Caribdis, deidades a quienes tienen que aplacar ofreciéndoles el sacrificio de Antonio de Lofraso, uno de los poetas embarcados. Finalmente, no se llega a arrojar al atemorizado poeta sardo y, tras encontrarse con un bajel de malos poetas, a quienes Apolo castiga utilizando la fuerza de Neptuno, que los hace naufragar (aunque su furia es aplacada luego por las artes amatorias de Venus), el ejército llega a la falda del monte Parnaso, beben las aguas de la fuente de Castalia y son recibidos por el propio Apolo, dios de la poesía.
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                                                                                                                                                                                                                                    ¡LEVEN ANCLAS!


                                                                                                                                                                   La poética barcaza se dispone a zarpar , y un poderoso y manco brazo en vilo señala el derrotero.
Como evocando el pasado glorioso del mas grande navegante de la mística bíblica, ha sido atestada de ejemplares -ejemplares únicos- poetas terrenales, prestos a librar la más fútil de las batallas: laureados poetas contra esmerados poetastros.
Endiosados por el éxito, apuntan también a obtener una épica victoria: impedir que las hordas de malos y fracasados escribas logren siquiera un abordaje a la invencible madre de todas las naves. La única embarcación nunca antes imaginada, capaz con sólo una fantástica armadura de estrofas, de vencer a cientos de miles de enemigos armados hasta los dedos con toda suerte de afilados grafos, que a modo de deficientes garfios, amenazan detener el inefable avance de los más encumbrados poetas, que rimando con todas sus fuerzas hacen parecer que la imponente embarcación más que navegar, vuela.
Pues de eso se trata.  Sólo con letras, pero dispuestas en elegante postura, transforman la basta realidad en una - no menos real- imaginada de tal modo que sea imposible disociar una de la otra.
Dotada fue ( la poesía ) de tal corteza, para resistir el paso del tiempo, y asimismo a los nuevos reformistas esquemas de escritura, en manos de progresistas guerreros.
De ahí su envidiable ventaja.
Lo que probablemente ignoraran los marineros-poetas, era que a la saga, en invisible chalupa, bogaban también los prosistas.  Ellos  aportarían a la fantástica argamasa un material imprescindible para construir juntos el templo al manuscrito. Excavado en algún lugar del monte, y al amparo del dominio de los dioses, habían logrado obtener un terreno virtual donde levantar su propio santuario.
Una nueva religión tomaba cuerpo.  Esta vez los dioses no emulaban formas humanas o terrenales.  La idea era no competir con los del Olimpo, sino rendir culto al idioma como ser supremo, y servir en sacerdocio a la fonética, la declamación, la rima, la sintaxis, la ortografía, al fraseo, y al parafraseo también.
Para no volver jamás, no quemarían sus naves, las desarmarían de tal modo que prosas y versos sirvieran para moldear pisos, paredes, jardines y paseos de tan mágico lugar.
Cada ventana  perimetrada con todas las letras del alfabeto, añadía como toque de creatividad, cada una un alfabeto diferente.  De esa manera se comunicaban unas con otras y no era preciso traducir nada.
Curiosas, las musas, rondaban alrededor, y como ilustres y deseados visitantes tocaban a su puerta de tanto en tanto.
Los de adentro, las dejaban pasar.
Doy con mi abarca un paso al costado, y dejo que aquellos que calcen mejores krepis , krepidois, minfides o embádes hagan camino al andar.  Continuará.........a buen ritmo, si así lo quieren los dioses.



2 feb 2014

LEYENDO A DON EPÓNIMO

·                    inSLos epónimos  (Del gr. ἐπώνυμος). extraído de google
·         inShareDesde la primavera de los tiempos el ser humano ha prestado especial atención a poner nombres a las cosas.  Ya el libro del Génesis destaca el hecho de que, durante la creación, Dios puso nombre a todo lo que iba creando (“llamó a la luz día y a las tinieblas noche”; “Dios llamó al firmamento cielo”; Dios llamó a lo seco tierra, y a la masa de agua llamó mares”, etc.).  La importancia que los hablantes dan al hecho de asignar nombres a las cosas ha dejado su impronta en el refranero español (“llamar a las cosas por su nombre”; al pan, pan y al vino, vino”, etc.).  El nombre de un objeto es, más que las características inherentes al objeto mismo, lo que nos sirve para identificarlo.  Así pues, no debe resultar sorprendente que se considere un alto honor dar a un objeto o a un lugar el nombre de una persona.
·         La mayor parte de cuanto nos rodea tiene un nombre que, por lo general, no obedece a ningún motivo lógico: no existe relación alguna entre el significante y el objeto mismo.  Pero hay un grupo significativo de objetos, procedimientos, actividades y conceptos que, por diferentes motivos, han sido nominados en honor de una persona, confiriendo al individuo un muy preciado galardón: una vida en el idioma perpetuada en diccionarios y enciclopedias.  Se trata de los epónimos.En definitiva, los epónimos ya no son héroes mitológicos que dan nombre a una tribu; hoy llamamos epónimos a los vocablos que derivan de nombres propios, ya sean personas de carne y hueso o personajes de la cultura popular, o incluso de lugar (hamburguesa, napolitana, polonesa).  Los personas y los lugares que sirven para crear nuevos vocablos tienen de este modo una nueva vida en la lengua.
·         El monte Parnaso toma su nombre del héroe epónimo………….

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                     LEYENDO A DON EPÓNIMO     (un aporte)                       

Le decían así por su especial afición a ponerle nombre a las cosas o a los lugares.
Y uno –o más de uno- se pregunta, ¿a quién se le habrá ocurrido ponerle ese nombre a tal cosa? O ¿por qué?
Bueno, muchas de éstas respuestas las tiene Don Epónimo.
Famoso Dios griego de la mitología olímpica, campeón olímpico en las artes de nominar, o denominar, que también vale.                                       No importa el diccionario que abran, o en qué lugar de ese santuario de palabras estén buscando, que podrán verificar que un sinfín de ellas provienen del griego. En particular de ese griego. Porque cuando leemos “…del griego tal cosa” asumimos que quieren decir que provienen del idioma griego, cuando la mayoría de las veces es del griego Epónimo, y no ponen el nombre de él para evitar ser redundantes o, respetuosos de los Dioses, no los nombran en vano. Por eso conjeturo que se las podemos atribuir -con poco margen de error- a nuestro antecesor lingüístico arriba mencionado.
Para los especialistas en fonética griega no resultará curioso el hecho de constatar que la e y la i –dependiendo del contexto- se pronunciaban de forma casi idéntica en aquellos tiempos.
Por ejemplo: Epónimo y Epónemo serían sinónimo o sinónemo (sin s, porque es singular).
Me imagino esta escena: Epónimo recostado en la ladera del monte pensando….¿ y a esta cosa que nombre l´ Eponemo?, o ya l´Eponimo?. Y de ahí salía todo. Para mí está de lo más claro.

Esto apoya la teoría que explicaría el origen de algunas palabras, o sea su etimología. Que no viene siendo nada más que el estudio o el tratado de la etimo, como lo indica el vocablo.  No sé si me explico.
Otra cosa importante era que a Don Epónimo había que tenerlo siempre de buen humor.  Así  decían los otros dioses.  ¡Que Don Epónimo no se nos enoje  -decían- porque si eso sucede se pone a inventar malas palabras, que después estarán en boca de chicos y grandes, o peor aún, en la mente de beatos y beatas que poblarán nuestro amado Parnaso.
Ruego inútil. No se sabe a ciencia cierta la cantidad de éstas que inventó cuando montaba (de monte, no de montar como se cree) en cólera. No es fácil el idioma, hay que estar con todas las luces prendidas, valga la redundancia.
Cuenta la mitología ( la griega, claro ) que por ese motivo fue echado del Parnaso , que era un Paraíso (como lo indica el prefijo ) y condenado a irse por la ladera meridional, que estaba bañada por la fuente Castalia.
Estaban los parias obligados a leer un cartel que decía: “Perded toda esperanza, ustedes los que se van”, escrito en griego, claro , y el barquero que te llevaba a la otra orilla era el mismo que te entraba si estabas en la fila (cola) adecuada.
Llevaba colgando de su cinto un gran aro de donde pendían todo tipo de adminículos apropiados para escribir, a saber: plumas de ave, lápices de grafo, lapiceras a tinta, Biromes (otro epónimo), trozos de carbonilla etc…destinados sólo a los que ingresaran al monte.

Aquél que quisiere continuar con esta historia, sólo tiene que pedirle prestado uno cualquiera, y ponerse a remar (escribir) si pretende llegar a la otra orilla. Bernie5422