Pablo Neruda: La palabra

"…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen…" de Pablo Neruda: LA PALABRA

2 feb 2014

LEYENDO A DON EPÓNIMO

·                    inSLos epónimos  (Del gr. ἐπώνυμος). extraído de google
·         inShareDesde la primavera de los tiempos el ser humano ha prestado especial atención a poner nombres a las cosas.  Ya el libro del Génesis destaca el hecho de que, durante la creación, Dios puso nombre a todo lo que iba creando (“llamó a la luz día y a las tinieblas noche”; “Dios llamó al firmamento cielo”; Dios llamó a lo seco tierra, y a la masa de agua llamó mares”, etc.).  La importancia que los hablantes dan al hecho de asignar nombres a las cosas ha dejado su impronta en el refranero español (“llamar a las cosas por su nombre”; al pan, pan y al vino, vino”, etc.).  El nombre de un objeto es, más que las características inherentes al objeto mismo, lo que nos sirve para identificarlo.  Así pues, no debe resultar sorprendente que se considere un alto honor dar a un objeto o a un lugar el nombre de una persona.
·         La mayor parte de cuanto nos rodea tiene un nombre que, por lo general, no obedece a ningún motivo lógico: no existe relación alguna entre el significante y el objeto mismo.  Pero hay un grupo significativo de objetos, procedimientos, actividades y conceptos que, por diferentes motivos, han sido nominados en honor de una persona, confiriendo al individuo un muy preciado galardón: una vida en el idioma perpetuada en diccionarios y enciclopedias.  Se trata de los epónimos.En definitiva, los epónimos ya no son héroes mitológicos que dan nombre a una tribu; hoy llamamos epónimos a los vocablos que derivan de nombres propios, ya sean personas de carne y hueso o personajes de la cultura popular, o incluso de lugar (hamburguesa, napolitana, polonesa).  Los personas y los lugares que sirven para crear nuevos vocablos tienen de este modo una nueva vida en la lengua.
·         El monte Parnaso toma su nombre del héroe epónimo………….

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                     LEYENDO A DON EPÓNIMO     (un aporte)                       

Le decían así por su especial afición a ponerle nombre a las cosas o a los lugares.
Y uno –o más de uno- se pregunta, ¿a quién se le habrá ocurrido ponerle ese nombre a tal cosa? O ¿por qué?
Bueno, muchas de éstas respuestas las tiene Don Epónimo.
Famoso Dios griego de la mitología olímpica, campeón olímpico en las artes de nominar, o denominar, que también vale.                                       No importa el diccionario que abran, o en qué lugar de ese santuario de palabras estén buscando, que podrán verificar que un sinfín de ellas provienen del griego. En particular de ese griego. Porque cuando leemos “…del griego tal cosa” asumimos que quieren decir que provienen del idioma griego, cuando la mayoría de las veces es del griego Epónimo, y no ponen el nombre de él para evitar ser redundantes o, respetuosos de los Dioses, no los nombran en vano. Por eso conjeturo que se las podemos atribuir -con poco margen de error- a nuestro antecesor lingüístico arriba mencionado.
Para los especialistas en fonética griega no resultará curioso el hecho de constatar que la e y la i –dependiendo del contexto- se pronunciaban de forma casi idéntica en aquellos tiempos.
Por ejemplo: Epónimo y Epónemo serían sinónimo o sinónemo (sin s, porque es singular).
Me imagino esta escena: Epónimo recostado en la ladera del monte pensando….¿ y a esta cosa que nombre l´ Eponemo?, o ya l´Eponimo?. Y de ahí salía todo. Para mí está de lo más claro.

Esto apoya la teoría que explicaría el origen de algunas palabras, o sea su etimología. Que no viene siendo nada más que el estudio o el tratado de la etimo, como lo indica el vocablo.  No sé si me explico.
Otra cosa importante era que a Don Epónimo había que tenerlo siempre de buen humor.  Así  decían los otros dioses.  ¡Que Don Epónimo no se nos enoje  -decían- porque si eso sucede se pone a inventar malas palabras, que después estarán en boca de chicos y grandes, o peor aún, en la mente de beatos y beatas que poblarán nuestro amado Parnaso.
Ruego inútil. No se sabe a ciencia cierta la cantidad de éstas que inventó cuando montaba (de monte, no de montar como se cree) en cólera. No es fácil el idioma, hay que estar con todas las luces prendidas, valga la redundancia.
Cuenta la mitología ( la griega, claro ) que por ese motivo fue echado del Parnaso , que era un Paraíso (como lo indica el prefijo ) y condenado a irse por la ladera meridional, que estaba bañada por la fuente Castalia.
Estaban los parias obligados a leer un cartel que decía: “Perded toda esperanza, ustedes los que se van”, escrito en griego, claro , y el barquero que te llevaba a la otra orilla era el mismo que te entraba si estabas en la fila (cola) adecuada.
Llevaba colgando de su cinto un gran aro de donde pendían todo tipo de adminículos apropiados para escribir, a saber: plumas de ave, lápices de grafo, lapiceras a tinta, Biromes (otro epónimo), trozos de carbonilla etc…destinados sólo a los que ingresaran al monte.

Aquél que quisiere continuar con esta historia, sólo tiene que pedirle prestado uno cualquiera, y ponerse a remar (escribir) si pretende llegar a la otra orilla. Bernie5422

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