La foto que seleccioné se titula Confusión en el cielo y la tomó José61 de Sonymage.
La orden de desalojo ya estaba escrita y firmada, aunque alguien pudiera pensar que las cosas podrían haber pasado de modo diferente al que sucedieron.
El dueño del
terreno era también el dueño del vecindario, y lo peor es que ninguno de los
vecinos tendría la más mínima posibilidad de interferir, y menos de argumentar
a su favor o en su contra, pues la suerte de esos dos estaba echada, igual que
ellos, y deberían irse con lo puesto, que por otra parte no era gran cosa.
Desde que
moraban allí, todas sus necesidades básicas estaban contempladas, y ellos no
eran de esas personas acuciadas por el deseo de acumular nada. Lo imprescindible les era más que suficiente,
y a diferencia de las demás personas que conozco, se arreglaban con bien poco.
El clima les
ayudaba, debo admitir. En los lugares
donde la temperatura ambiente no presenta demasiados cambios, y además suele
ser cálida, tanto frutas como verduras crecen casi de la mano de Dios, como
suele decirse, sin grandes esfuerzos, más que el de la recolección necesaria
para la subsistencia diaria.
Y así todos los
que allí habitaban. Nadie pasaba
necesidades, al menos hasta el momento en que todo cambió, y ya no se vivía el
mismo clima que antes. Las cosas empezaron a estar confusas y se establecieron
nuevas reglas, y con esas nuevas (malas nuevas debería decir) impartidas por el
dueño, ya ellos no podrían estar nunca más tranquilos como antes. Incluso había cambiado la relación entre los
dos. Él tenía para ella una mirada diferente, que no le conocía, y eso le
producía sensaciones extrañas nunca antes experimentadas.
Sin una madre
que la aconsejara, y un padre adusto que jamás se la nombró, que por un lado no
le negaba nada - mejor dicho, todo se lo daba-, pero por otro, bajo condiciones
bien específicas, difíciles de comprender, no tenía muchas posibilidades
de diálogo, y menos de tomar decisiones por sí sola.
Así que esa
mirada la tendría que evaluar sin manejar muchos antecedentes. Estaba realmente
confundida.
Sus amistades,
aunque numerosas, tampoco le podían ayudar mucho.
Tal vez la orden
de desalojo tuviese que ver con aquella mirada. Tal vez él sabía algo que ella
aún no manejaba. Tendría que hacer uso de todas sus artes femeninas para al
menos compartir “el secreto de sus ojos”. Más tarde confirmaría que ése era el
camino.
Claro que todo
tiene su precio, y disfrutar de esa mirada, y devolvérsela tal cual, sería
finalmente la sinrazón del desalojo.
Sin
explicaciones previas, sin posibilidades ni de voz ni de voto, sólo tener que
acatar por acatar. Tan sólo porque había que respetar la nueva norma. Nada de
libre albedrío. ¡Válgame Dios!
Acá, el que las
hace, las paga, rezaba la advertencia. Ahí tenían que rezar hasta las
advertencias. No se salvaba nadie.
Y llegó
finalmente el día aciago. Sin misericordia, sin contemplaciones y sin
antecedentes a los que recurrir para recusar.Y los echaron a
ellos, y los echaron a todos. Bueno, a todos no, a los budistas no, a los
árabes tampoco, a las tribus indígenas que poblaron la América tampoco, a los
esquimales menos (esos siempre vivieron en el frío polar) a los ateos ni te cuento, y la lista continúa,
afortunadamente, en forma interminable, gracias a Dios. O no.
Bernie5422
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