Pablo Neruda: La palabra

"…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen…" de Pablo Neruda: LA PALABRA

3 mar 2014

LAS MÁSCARAS ETERNAS


Foto Helena de Sonymage

                                         LAS MÁSCARAS ETERNAS
             
Igual que en esas películas en donde acumulan todo el suspenso y la tensión extrema, para que en el último tramo del film, el presidente cuelgue el teléfono después de detener la mano que estuvo a punto de apretar el botón rojo que dispararía los misiles, y el comienzo del fin del planeta, desatando una guerra nuclear: así comienzo este escrito.
Porque de eso es de lo que se preocupan todos los guiones, y que se asemejan por ello en el desarrollo del tema.  De que la guerra final se interrumpa, no de que se acabe con el conflicto que la origina, y menos de la idiosincrasia de los actores involucrados en él.
Si miramos el mapa geopolítico de nuestro planeta, es escalofriante comprobar la cantidad de conflictos bélicos que persisten hace años, a los que se suman los que van naciendo cada día y con diversas etiologías. Las guerras por confrontación ideológica; las por diferencias religiosas; étnicas; de dominio territorial por el aprovechamiento de los recursos marinos o mineros; la lucha por el petróleo o por las vías de acceso a él, y un largo etcétera, por supuesto, que incluye la que se libra por quién domina el poder del dinero.  El famoso “Poderoso don dinero” que nos contaba Quevedo.
Les propongo un ejercicio de imaginación, en el que todos los personajes que manejan estos conflictos tengan puesta la careta de “yo no fui”; estoy obligado por las circunstancias, sólo lo hago por el bien de mi país, mi Dios es mejor que el del otro, ellos son herejes, o pueriles razones por el estilo.
Razones que sujetan la careta con un hilo invisible, que impide que ésta se caiga con facilidad.
Sólo en la intimidad más solitaria - imaginen así como se los propongo- verán que cada uno de ellos cuelga el teléfono, se sienta en la gran butaca detrás del imponente escritorio, y se dispone a sacarse por fin la careta.
¡Oh sorpresa! Le sucede lo mismo a todos, a pesar de situarse en continentes diferentes, en países diferentes, con culturas e idiomas diversos: todos experimentan como un vertiginoso cambio de máscaras que fueron usadas por sus antepasados.  Miles y miles de máscaras que van dejando lugar a la que usaba quién les antecedía, hasta quedar todos sin ninguna, y sólo se pueda ver una sola común a todos: la cara de un mono enojado, blandiendo amenazante una gruesa rama de árbol con la que intentaría romperle la crisma al que le quisiese arrebatar algo que pensaba que era suyo, y que no estaba dispuesto a ceder o compartir.
Eso nos identifica y nos asemeja. Somos aún, como en Odisea 2001,  aquél mono que descubre el papel preponderante del fémur a la hora de luchar contra el otro, o contra los demás.
Ése día en que se caigan las caretas de la forma que les dije, y todos nos demos cuenta que no hemos aprendido nada de ese antepasado nuestro, ese día lloraremos amargamente. Deseo íntimamente que llegue lo antes posible, y se termine para siempre tan increíble como prolongado carnaval.
Ahora bien, si prefieren llenar el pomo, tirar la serpentina, bailar al son de los tambores o lo que sea, entonces me pongo de nuevo la máscara pertinente y todos felices otra vez.
¿Felices?

                              Bernie5422

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