Pablo Neruda: La palabra

"…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen…" de Pablo Neruda: LA PALABRA

9 mar 2014

BICHOS, ME TEMO

Hoy la vi por vez primera. Ella no lo sabía, ocupada en su tarea no advirtió mi presencia, y si lo hizo, no por ello dejó de trabajar.
Había logrado ya el cometido, pero todavía no podía darla por finalizada. Iba para adelante y para atrás por la “cuerda floja” pero segura de no perder el equilibrio. Después de todo, ella la había elaborado con sus propias “manos”, y sabía de sobra que le resistiría.
La otra, forcejeaba con todas sus fuerzas, pero no se podía librar de la trama, y eso que la había atrapado apenas de un punto.  En el frenesí de querer soltarse corría el peligro de quedar maniatada en más hilos y quedar vencida sin posibilidad ninguna de escape.
Comprobada la eficiencia de su laborioso tejido, se retiró ufana para contemplar desde una segura distancia la agonía de su víctima.
Era- y eso lo entendí al rato de debatirme entre intervenir o no- la muerte de una y la sobrevida de la otra. No era mi pelea, y alguien me enseñó que hay que saber elegir bien la que te toca.
La araña tendría mosca para rato, y esa se había salvado del matamoscas que yo traía en mi mano persiguiendo a otra, pero le tocó una muerte distinta, pegoteada al hilo de la fuerte telaraña.
Quien mandaba en esa competencia no era ni la araña ni la mosca, sino algo mucho más profundo e intrincado: el famoso “instinto de supervivencia”.  Siempre he quedado sorprendido de la exquisita y variada demostración de su existencia. Sólo él comanda el resultado: uno muere y el otro vive.
  Huir o pelear, esa es la consigna. Vencer o ser derrotado es otro capítulo, y dependerá de múltiples factores, que no siempre dependen del tamaño físico de los oponentes.  En este caso en particular, la mosca era al menos dos o tres veces más corpulenta que la arañita.  Recordemos a David y Goliat, otro ejemplo de lo que estoy diciendo.
Pero no me quiero alejar de lo que pensaba mientras observaba la pugna. ¿Será que así como el instinto manejaba todos los hilos del angustiante combate, así los hombres respondemos a un mandato inapelable? ¿Será que la convivencia pacífica amparada en razones mentalmente elaboradas, será inefablemente derrotada por el famoso instinto, hagamos lo que hagamos?
Tengo miedo de escuchar una respuesta.  Preferiría permanecer ignorante, creo. Porque sospecho que no me va a gustar la conclusión a la que llegue al oírla.
Ni la araña ni la mosca saben de ética, ni tienen idea de lo que significa la compasión, ni tampoco la solidaridad, y menos el arrepentimiento. Nosotros sí. Pero igual que ellas, matamos para vivir, o vivimos para matar ¿Acaso hay diferencia, si el final es el mismo? Alguien muere.
¡Cielos, he develado esa incógnita y hasta lo he puesto por escrito!
Sólo me queda la esperanza, ese débil hilo que sostiene a la humanidad y la quiere salvar de su natural destino.
Profetizaba Einstein: “la cuarta guerra mundial la harán con piedras y con palos”
Que alguien refute su teoría, si puede, por favor le pido.
                                                  Bernie5422.



       

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