Recova 532
casi esquina con Avenida de las flores era una buena ubicación. No demasiado
céntrica, con tráfico por la avenida sí, pero reducido dramáticamente a esa
altura de la numeración, porque a poco más de cincuenta metros esa calle
terminaba en un “cul-de- sac” que le otorgaba cierto aire íntimo al lugar.
A dos cuadras
un centro comercial, y la parada de dos o tres líneas de autobuses con buena
frecuencia a sólo una, y hasta aquél que la dejaba justo en la playa. Cómodo, versátil, y de cierto nivel el
barrio.
La casa nueva
lo tenía todo. El garaje se había
habilitado como pequeño salón de clases, con entrada independiente para alumnos
y proveedores, a pocos pasos de la vereda, y además gozaba de conexión interna
con la casa y el baño de planta baja, que alimentaba el aula y la cocina-estar.
Independencia y conjunción, una distribución ideal, en especial para Mara, que
oficiaba dicotómicamente de ama de casa y profesora de sociología.
Si bien las
tareas de la casa no era lo que más le gustaba, la sencillez práctica (hoy llamada
minimalismo) predominaba por sobre todas las cosas, en la decoración y ambientación, y eso le hacía más fácil la
cotidiana e ineludible labor doméstica. No obstante, había decidido no ser
presa de las obligaciones culinarias y de limpieza, y sostenía que prefería
trabajar algunas horas más en la semana, y así financiar el costo adicional
para derivarlas o tercerizarlas como se dice ahora, pero bajo su atenta mirada.
Por eso
estaba a las diez de la mañana sentada en el escritorio, enfrentando a la
docena de alumnos que trabajarían con ella durante tres horas corridas, sin
preocuparse del almuerzo y demás.
-Bueno alumnos-colegas, como les llamaba, pues les decía que así los consideraba de antemano. Estaba orgullosa de su
capacidad didáctica y no se permitía que alguno de sus alumnos no finalizara el
curso, graduándose como corresponde. Si era preciso aumentar en algún caso
particular las horas-alumno, de buen grado, y gratis, lo hacía.
Habrán
notado, decía, que la tesis de trabajo individual fue distribuida por mí a cada
uno de ustedes sin previo aviso. Todos
pudieron, si así lo hicieron, leer lo que los demás escribieron sobre el tema.
Esta estrategia es para que la clase de hoy tenga una dinámica……, y en este
tono de charla amena, ausente totalmente de tintes doctorales, tenía a su pequeño
auditorio totalmente entregado, y manejaba las riendas de la cosa con total
soltura.
Eternamente
acompañada por un tazón de té de hierbas, y con las piernas flexionadas sobre
los almohadones del sofá del living en la planta alta de la casa, leía ya por
segunda vez aquél trabajo que tanto le había llamado la atención, y que le
fuera enviado por internet –tal el sistema establecido por ella- por una de sus
alumnas del curso
Le había
atrapado desde el principio. Debían los alumnos escribir a propósito de las
conductas sexuales y su importancia o no en la estructura de la sociedad
moderna. Esta chica había encarado el tema titulándolo “El mandato y el qué
dirán, dos candados invisibles”.
Se intuía
originalidad y audacia contestataria desde el vamos. Estaba claro que Mara les
había preparado el escenario presentando los personajes y sus correspondientes
perfiles, como telón de fondo, contando lo más fielmente posible las historias
de su amiga Eli, su ocupación, su vida íntima y lo que con ella acontecía, todo
con los nombres cambiados como habían pactado las dos mujeres.
La mayoría de
los alumnos se habían abocado a las repercusiones de lo sexual en la sociedad,
pero esta chica estaba preocupada u ocupada en estudiar las improntas, los
orígenes de las diferentes conductas, y explicar así, desde el antes, lo que
marcaría indeleblemente la relación de cada ser humano con respecto al tema en
cuestión.
Porque lo relevante del planteo, era sostener que tanto el mandato como el qué dirán,
formaban parte como de dos sociedades -una chica, familiar, y otra mayor,
envolvente- encadenadas o encandadas (término acuñado por ella, por lo del
candado), con interrelación constante, y marcando directrices conductuales para
cada persona. Esa particular interconexión explicaría –según la alumna- la
conducta sexual del adulto y la forma en que ésta se manifestaría luego en la inserción del individuo en la
sociedad.
Entonces
teorizaba, que tanto Laura (Eli), como el hombre (Raúl) se debían a un mandato
del modelo paterno y materno, con códigos particulares que difícilmente
objetaran en la edad temprana, y luego a esquemas y pautas de la mini sociedad
en la que se desarrollarían cada uno, seguramente
distintos a los anteriores. Éstos no sólo te marcaban los caminos a seguir, sino que también te decían lo que te tenía que gustar y cómo te tenía que gustar (lo hicieran o no), y qué de ello era "bueno" y qué "malo". Los candados de los que hablaba.
El
equilibrio, la madurez e independencia que lograran en el futuro, sería lo
que marcaría el derrotero de cada uno para lograr (obtener) la
felicidad. Término difícil de definir si
los hay, argumentaba con cierta solidez y audacia, como les adelantaba unos
párrafos antes.
Mara estiró
el brazo hacia la mesita ratona que estaba pegada al posabrazo del sofá, tomó
una hoja y una lapicera, y comenzó a escribirle acerca de ese interesante trabajo, a quién probablemente pudiese compartir los puntos de vista allí planteados.
Querida Eli: esto da para más, pero te quiero adelantar que.....
Bernie5422
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