Pablo Neruda: La palabra

"…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen…" de Pablo Neruda: LA PALABRA

27 feb 2014

MARA, UN POQUITO MÁS DE AQUELLO.

                                   Recova 532 casi esquina con Avenida de las flores era una buena ubicación. No demasiado céntrica, con tráfico por la avenida sí, pero reducido dramáticamente a esa altura de la numeración, porque a poco más de cincuenta metros esa calle terminaba en un “cul-de- sac” que le otorgaba cierto aire íntimo al lugar.
A dos cuadras un centro comercial, y la parada de dos o tres líneas de autobuses con buena frecuencia a sólo una, y hasta aquél que la dejaba justo en la playa.  Cómodo, versátil, y de cierto nivel el barrio.
La casa nueva lo tenía todo.  El garaje se había habilitado como pequeño salón de clases, con entrada independiente para alumnos y proveedores, a pocos pasos de la vereda, y además gozaba de conexión interna con la casa y el baño de planta baja, que alimentaba el aula y la cocina-estar. Independencia y conjunción, una distribución ideal, en especial para Mara, que oficiaba dicotómicamente de ama de casa y profesora de sociología.
Si bien las tareas de la casa no era lo que más le gustaba, la sencillez práctica (hoy llamada minimalismo) predominaba por sobre todas las cosas, en la decoración y ambientación, y eso le hacía más fácil la cotidiana e ineludible labor doméstica. No obstante, había decidido no ser presa de las obligaciones culinarias y de limpieza, y sostenía que prefería trabajar algunas horas más en la semana, y así financiar el costo adicional para derivarlas o tercerizarlas como se dice ahora, pero bajo su atenta mirada.
Por eso estaba a las diez de la mañana sentada en el escritorio, enfrentando a la docena de alumnos que trabajarían con ella durante tres horas corridas, sin preocuparse del almuerzo y demás. 
-Bueno alumnos-colegas, como les llamaba, pues les decía que así los consideraba de antemano. Estaba orgullosa de su capacidad didáctica y no se permitía que alguno de sus alumnos no finalizara el curso, graduándose como corresponde. Si era preciso aumentar en algún caso particular las horas-alumno, de buen grado, y gratis, lo hacía.
Habrán notado, decía, que la tesis de trabajo individual fue distribuida por mí a cada uno de ustedes sin previo aviso.  Todos pudieron, si así lo hicieron, leer lo que los demás escribieron sobre el tema. Esta estrategia es para que la clase de hoy tenga una dinámica……, y en este tono de charla amena, ausente totalmente de tintes doctorales, tenía a su pequeño auditorio totalmente entregado, y manejaba las riendas de la cosa con total soltura.
Eternamente acompañada por un tazón de té de hierbas, y con las piernas flexionadas sobre los almohadones del sofá del living en la planta alta de la casa, leía ya por segunda vez aquél trabajo que tanto le había llamado la atención, y que le fuera enviado por internet –tal el sistema establecido por ella- por una de sus alumnas del curso
Le había atrapado desde el principio. Debían los alumnos escribir a propósito de las conductas sexuales y su importancia o no en la estructura de la sociedad moderna. Esta chica había encarado el tema titulándolo “El mandato y el qué dirán, dos candados invisibles”.
Se intuía originalidad y audacia contestataria desde el vamos. Estaba claro que Mara les había preparado el escenario presentando los personajes y sus correspondientes perfiles, como telón de fondo, contando lo más fielmente posible las historias de su amiga Eli, su ocupación, su vida íntima y lo que con ella acontecía, todo con los nombres cambiados como habían pactado las dos mujeres.
La mayoría de los alumnos se habían abocado a las repercusiones de lo sexual en la sociedad, pero esta chica estaba preocupada u ocupada en estudiar las improntas, los orígenes de las diferentes conductas, y explicar así, desde el antes, lo que marcaría indeleblemente la relación de cada ser humano con respecto al tema en cuestión.
Porque lo relevante del planteo, era sostener que tanto el mandato como el qué dirán, formaban parte como de dos sociedades -una chica, familiar, y otra mayor, envolvente- encadenadas o encandadas (término acuñado por ella, por lo del candado), con interrelación constante, y marcando directrices conductuales para cada persona. Esa particular interconexión explicaría –según la alumna- la conducta sexual del adulto y la forma en que ésta se manifestaría luego en la inserción del individuo en la sociedad.
Entonces teorizaba, que tanto Laura (Eli), como el hombre (Raúl) se debían a un mandato del modelo paterno y materno, con códigos particulares que difícilmente objetaran en la edad temprana, y luego a esquemas y pautas de la mini sociedad en la que se desarrollarían cada uno, seguramente distintos a los anteriores. Éstos no sólo te marcaban los caminos a seguir, sino que también te decían lo que te tenía que gustar y cómo te tenía que gustar (lo hicieran o no), y qué de ello era "bueno" y qué "malo". Los candados de los que hablaba.
El equilibrio, la madurez e independencia que lograran en el futuro, sería lo que marcaría el derrotero de cada uno para lograr (obtener) la felicidad.  Término difícil de definir si los hay, argumentaba con cierta solidez y audacia, como les adelantaba unos párrafos antes.
Mara estiró el brazo hacia la mesita ratona que estaba pegada al posabrazo del sofá, tomó una hoja y una lapicera, y comenzó a escribirle acerca de ese interesante trabajo, a quién probablemente pudiese compartir los puntos de vista allí planteados.
Querida Eli: esto da para más, pero te quiero adelantar que.....

                                    Bernie5422 

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