El título es de película. Todos los días sonaba el despertador a la misma hora de la mañana -a las seis- y comenzaba otra vez un nuevo día, pero sin pasar al siguiente. Todo lo acontecido se borraba, y la escena quedaba en blanco, para ser vivido ese día de forma diferente.
Todos los actores, menos el protagonista, se habían olvidado de lo experimentado el día anterior, y sólo él lo recordaba.
Tal el argumento de esa película que vi un par de veces.
Algo así pasa con los libros.
El que lo lee, cada vez que lo toma para seguir la lectura, recuerda los personajes y los escenarios al modo que lo hizo la vez anterior, en cambio los demás lectores afirman haber vivido otra cosa.
Cada lector lo imagina de modo diferente, lo que convierte a cada libro en una biblioteca inagotable, de innumerables personajes, todos con el mismo diálogo y con distinto aspecto cada vez, según sea el que lo tiene en sus manos.
Por eso debiera decirse que "he imaginado ese libro", más que "lo he leído".
También, tal vez mejor sería celebrar "el tiempo del libro", más que su día.
A cada libro le llega su día a su tiempo, sería otra forma de expresarlo.
Sólo tiene que armarse de paciencia, y esperar que otras manos lo saquen del estante donde congela su existencia, para volver a escuchar el tic-tac y recobrar su vida después de cada hibernación.
Me huele que he creado una linda metáfora con la que honrar por anticipado el tan mentado libro, y de paso sentir que -al menos despierto-no soy ningún marmota. Aclaro que no tengo nada personal contra el adorable animalito. Alguien lo tuvo. Bernie5422
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