Pablo Neruda: La palabra

"…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen…" de Pablo Neruda: LA PALABRA

8 ene 2014

DOS A FALTA DE UNA

Lanviga realizó esta foto que fue seleccionada y que tituló "Bicéfalo". Me sugirió éste texto:
                                                                      ............................................................................................                                                                                             
El refrán dice que “hombre prevenido vale por dos”, pero eso no asegura que a la hora de sacar la cuenta, eso signifique necesariamente una ventaja. Todo va a depender de en qué terreno se pretenda triunfar. También se sabe que “el que mucho abarca poco aprieta” o que no es fácil dar batalla en varios frentes a la vez.
El olfato; la agudeza de la visión; la sensibilidad de la audición; la intuición y los rápidos reflejos no lo son todo. Para ser ganador se precisa del oponente, como en el yudo. En esa técnica de lucha milenaria, se aprovecha de los movimientos del contrario para neutralizarlo. Saber los costados débiles del adversario y conocer sus fortalezas, otorgan importantes resto para el desafío, sea el que sea.
De una manera u otra, todo esto forma parte del saber popular, y no merece mayores explicaciones.
Ahora bien, que se sepa aplicar correctamente, eso, es “harina de otro costal”.
Podemos tomar como ejemplo el hogar de los Herac, donde viven Lerna y su marido Julio, y echarle un ojo. Es un piso en un barrio céntrico de la ciudad, en la esquina mismo de Robles y Gral.Santander, a un paso de todo. Con mencionar que ella va a trabajar y al gimnasio en bicicleta, está todo dicho.
Él, en cambio, se desplaza en tren, pues trabaja de traje y corbata en el banco, e ir y volver en bici no le cuaja, ni tampoco habría donde dejarla. Como buen bancario, es metódico, puntilloso, celoso del orden de las cosas y harto controlador. Tercera generación con el mismo oficio y en consecuencia los mismos patrones de conducta. Puntual para comer, para irse y para volver; siempre atildado en el vestir, y celoso de su prolijo y excesivamente corto corte de pelo. Celoso no sólo de su cabellera, sino además de su entorno: llámese Lerna. Desconfiado diría, como el animal del bosque, siempre atento a cualquier movimiento que salga de lo normal o que lo ponga sobre aviso de algún peligro para su acostumbrada tranquilidad. Inseguro, presto a la lucha más que a la huída, presentaba más batallas de las que tenía que enfrentar, y la mayoría de las veces las perdía. Es que Lerna era una mujer de carácter fácil de llevar, pero con un sentido de la justicia tal, que desafiaba altanera cualquiera de los avances posesivos de su cónyuge. Esto calmaba las aguas la mayoría de las veces, pero, “tanto va el cántaro a la fuente…..”, que el hastío iba tomando forma y cuerpo en la falsamente acusada mujer. De esto, él ni por asomo se daría cuenta, pues Lerna bien que lo ocultaba.  
En las parejas suele haber uno de los integrantes que efectúa un balance cada tanto, y muchas veces opta por el “status quo”, y que todo siga como hasta ahora. Pero esa evaluación paga un precio. Oí cierta vez que si se clava un clavo en una madera y luego se extrae, queda la marca en forma indeleble al paso del tiempo, y a mayor cantidad de clavos, más heridas en la madera son el saldo. Así pasa con las relaciones entre los humanos, y la metáfora se convierte en profecía que se cumple.
Julio no lo tuvo en cuenta, y Lerna no fue la excepción. Algo cansada de defenderse y de ser acosada y acusada, dejó pasar por alto algunos requiebres de sus compañeros de trabajo, y algún que otro lance de sus colegas del gimnasio, hasta que le llegó la hora. Y aquél que ya no veía más la oportunidad  de su momento, vio coronada por el éxito su larga espera. Y tomaron por fin aquél café, tantas veces pospuesto delicadamente por ella. Y lo tomaron después de, y no antes. Todo sucedió entre la salida del trabajo de Lerna y la entrada al club. Y el controlador no lo supo. Y no lo pudo saber a pesar de sus cuatro atentos ojos, de sus sensibles cuatro oídos, ni lo advirtió su duplicada y fina intuición, ni tampoco su olfato de cuatro narinas, como él se ufanaba de tener.
Será el último en enterarse (de ser el caso) y lucirá-ignorante- encima de sus dos alertas cabezas (siempre mirando a cada lado para no perderle pisada a Lerna), una preciosa doble cornamenta que, además ahora, le pesa tanto que para colmo de males ha enlentecido -también- sus habituales y hoy inservibles reflejos.

Finalmente, si éste texto llega a alguien que lo identifica, espero le sirva de lección.

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