Pablo Neruda: La palabra

"…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen…" de Pablo Neruda: LA PALABRA

3 oct 2013

EL ÁRBOL QUE QUERÍA VOLAR (cuento para niños y para grandes)

Había una vez…..No, había esa vez en la sabana africana, una mamá árbol muy soñadora que no se distinguía de los demás árboles de alrededor en nada de su aspecto exterior.
Robusta , llena de ramas repletas de hojas, disfrutaba especialmente de la savia que recorría todo su cuerpo, porque era tan sensible, que le sabía sacar los recuerdos que ella le traía desde las raíces de sus raíces. En eso se distinguía de los demás. Sobretodo de las demás. Porque si bien todas se preocupaban de mandar las semillas de sus futuros hijos a buen lugar, ella sólo pensaba en darle a su familia algo más. No era que no le gustara su entorno, ni que se llevara mal con el resto de la arboleda. No, de manera alguna. Ella sólo quería que el mundo que le era desconocido, no lo fuera para sus hijos. Y en eso pensaba todo el tiempo, y repasaba los recuerdos , y los repasaba una y otra vez, y no sacaba más información que la que le brindaban las raíces mas largas que pudo hacer crecer. Y toda la sabiduría pertenecía sólo a ese lugar.
Vanos habían sido los intentos de llegar a conocer algo más que el territorio al que pertenecía la centenaria arboleda.
Y ella sabía muy bien que algo más había, porque atenta siempre estaba a los cuentos que le escuchaba relatar a aquel viejo que, aprovechando la sombra que ella le daba, hablaba y hablaba con su hijo y le contaba de los viajes que había hecho en épocas pasadas en busca de nuevos horizontes.
Un día, en la época de los vientos, algo pasó que antes nunca había experimentado. Sintió que era su oportunidad y esa vez no luchó para defenderse del viento. Se dejaba agitar bien las ramas para que el aire que pasaba veloz, se llevara lo mas lejos posible sus semillas. 
Y eso en efecto sucedió, y con el tiempo florecieron, y ella quedó rodeada de hijos mas allá de la arboleda, casi en los confines del bosque. Casi , pero ninguno tan lejos como ella deseaba.
Y tanto sopló ese día el viento, y tanto ella dejó que la fustigara, que además de quedarse sin semillas, también se quedó sin hojas. Sin ninguna de todas las que tenía.
Entonces sí se notó la diferencia con todos los árboles del bosque.
Porque quedó como desnuda, y se podía ver claramente sus viejos y arrugados brazos levantados y abiertos como intentando despegarse del suelo y echarse a volar. 
Cuentan los nativos del lugar una leyenda que dice que ese viejo árbol está siempre así, seco y solo, para recordarles -a todos- que no va a estar nadie mejor que entre los suyos, y si por esas cosas de la vida, algo te aleja, nunca , pero nunca, debes olvidarte de tus raíces.

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