Y había llegado el
otoño. El viento había hecho de las suyas y la terraza estaba imposible de
transitar, llena de hojas. La mujer de la limpieza había barrido afuera de la
casona, minutos antes del vendaval, y
estaba ocupada en la dura tarea de pulir los bronces. La señora de la
casa atisba por el visillo del postigón, y la señorial terraza estaba tapizada
como nunca de una alfombra de hermosas (no para ella, claro) hojas otoñales, y entonces le reprocha a su
empleada duramente, que qué había sucedido, pues no había aún barrido los pisos
de afuera.
No era la primera vez
que le hablaba en ese tono, y la mujer estaba ya un tanto resentida. No
obstante, le contestó – secamente- que ya lo había hecho.
-¿Que ya lo has hecho?... ¿Acaso no estoy yo
mirando por la ventana?....Anda, y esta vez hazlo bien, que sabes que no me
gusta que digan que en esta casa no nos ocupamos de nuestras obligaciones.
Junta todas esas hojas y échalas en el depósito de basura.
Enojada, visiblemente contrariada, escoba en mano,
resuelta a que ésta vez no sería como las otras, Evangelina barrió prolijamente
la montaña de hojarasca, y al mejor estilo del que esconde la basura debajo de
la alfombra, dejó ese piso que parecía un jaspe,…..Y en sorda venganza,
amontonó todo lo recogido en la escalera
que daba a los jardines, se quitó el delantal, y se fue a procurar otro empleo.
Bernie
No hay comentarios:
Publicar un comentario