Pablo Neruda: La palabra

"…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen…" de Pablo Neruda: LA PALABRA

12 sept 2013

JUEGO DE NIÑOS

                  Juego de niños (relato erótico) Leer fuera del horario de protección al menor .

Hoy me levanté mas temprano que de costumbre, sin que ella me despertara con los ruidos que venían de la cocina o del baño.
Es que desde que le escuché hablando con su amiga del “cole” por teléfono, tengo esa idea fija, que no puedo, si me quedo en la cama, elaborar adecuadamente y además llevarla a cabo.
No lo hice en ese momento- en donde la urgencia para ir al baño atrasaba todas las otras- pero determiné claramente la ropa que me pondría para esa ocasión y además la que probablemente me gustaría que ella llevase puesta.
Había pensado en unos zapatos deportivos de buena marca, de los que hoy he visto que están de moda entre todos los chicos del barrio, un buen par de pantalones cortos sujetos con un solo tirador , pero cruzando el pecho y sostenido en el hombro del otro lado, una gorra de visera curva y echada para atrás, puesta al revés, y de remate una camisa de manga corta, de colores llamativos, sin diseño.
Aproveché para lavarme los dientes y peinarme un poco, pero no quería demorar mucho en el baño y perderme la oportunidad de ver si me cruzaba con ella en la cocina y saber de qué ánimo se encontraba esa mañana y, si estaría dispuesta a jugar conmigo ese día.
No siempre conjugábamos, y esto yo lo sabía de sobra, no solamente por los efectos de los estados de ánimo cambiantes de cada uno de los dos, sino que también las hormonas te la juegan sucio y uno no sabe a qué atenerse ( esto lo he escuchado en esos programas médicos que a veces pasan por la tele ).
No tuve suerte, ya que al entrar en la cocina, la pude ver a través de la ventana, salir montada en su bicicleta, probablemente a hacer alguna compra para sus padres , y de paso  encontrarse con su amiga, en algún lugar por el camino.
Para hacer juego con la idea que tenía en la cabeza, comencé el día con el desayuno y al abrir la heladera saqué la bolsa de la leche y me serví un buen tazón de cereales y bastante azúcar. Le eché tanta, que tuve que limpiar la leche que se derramó del borde y que dejaría la huella delatadora sobre el individual de tela.
Por suerte era sábado, no tenía clase, ni actividad alguna que me distrajese y me puse a cortar el pasto, lo que me bajaría un poco la ansiedad, mas allá de que era una tarea asignada sólo para mí, y que no la había llevado a cabo desde la semana pasada como había prometido.
Estábamos ese fin de semana solos en la casa y tal vez nada impediría el juego enseguida del almuerzo o, si los astros se alineaban correctamente, lo podríamos hacer antes de la comida. Bueno, me dije, empujando la podadora, veremos cómo se arma la cosa cuando ella vuelva.

Lo que supe recién a la tarde, es que también ella estaba ese día pensando en armar algún juego diferente y que en el supermercado además de comprar lo que tenía apuntado en la lista que llevaba, agregó unas latas de coca-cola y una bolsa de patatas fritas para comer desenfrenadamente frente al televisor.

Carolina, que así se llama mi compañera de juego, pedaleaba ya de regreso a la casa , cuando me vio entregado a la dura tarea de cortar el pasto, y con dos timbres me anunció que entraba por el costado del garaje donde guardaba su bicicleta.

Respondí con un gesto y levantando la mano le hice señas como para que se enterara que al poco rato estaría finalizando el trabajo, y sin dejar de mirar para ese costado, la ví, bolsas en mano, entrar a la casa.
Vestida como siempre, con ese jean gastado y una camisa suelta, se había ajustado el pelo como con una “ cola de caballo ” seguramente para poder manejar cómoda y que el viento no le arremolinara el  pelo sobre los ojos. Pero yo ya no veía nada de todo eso, yo ya estaba en el juego, la imaginaba descalza, esta vez peinada con dos trenzas a los costados terminando en sendas moñas de color , y disfrazada con aquella pollera que estrenara en la presentación del festival de baile de fin de año, y los labios muy pintados de rojo para hacerse aún mas llamativa.

Yo sabía - y ella también-que estábamos solos, pero aquello de lo pecaminoso o de lo prohibido, hizo que a pesar de estar algo sucio de pasto y tierra me le acercara por detrás, y casi rozándola, le susurrase al oído una invitación para escabullirnos en el cuarto grande y jugar a los doctores o algo por el estilo, al tiempo que le soplaba suavemente al costado de la oreja, que estaba libre de pelo y poderosamente atractiva.

Busqué y me puse, sin esperar respuesta , la ropa que había elegido, y tras lavarme manos y cara, me aparecí en la cocina nuevamente, pero Caro ya no estaba allí. La llamé y desde el cuarto grande me vino su voz diciéndome que subiera, que se estaba cambiando de ropa.
Le robé de la mesa una lata de refresco y me dirigí a la escalera, subiéndola de a dos escalones para llegar mas pronto. Y allí estaba, pronta para jugar , pero sin saber lo que yo traía pensado de antemano.
Se lo dije, le gustó, y sacó del placard la caja de disfraces y me hizo el gusto, sólo que no encontró el labial rojo y se puso en su lugar un marrón iridiscente que le sentaba de maravilla.
Me le acerqué , me subí a la cama, y me arrodillé frente a ella.
Inexpertas , como debían de ser en esa edad, mis manos exploraron debajo de su ropa sus incipientes pechos y ella se dejaba hacer con un gesto como de me gusta pero no estoy muy segura de seguir en este juego. Sin embargo, para mi sorpresa, extendió su brazo, me quitó la gorra, y me estampó un sonoro beso en la boca , fuerte, pero tan falto de de todo, que me puse de golpe a reír y nos dejamos caer juntos y abrazados sobre el colchón. Lenta, pero esta vez eficientemente, nos fuimos desvistiendo el uno al otro, sin dejarnos de besar suavemente y transformando las antes inexpertas caricias , en hábiles dedos conocedores de todos y cada uno de los lugares preferidos del otro.
Éramos como dos niños desnudos jugando en la orilla de la mar sin preocuparse del qué dirán, cuando en realidad somos marido y mujer, docentes en la escuela del barrio, llevamos ya 5 años de casados, nuestro hijo se había quedado a dormir en la casa de un primo con mis suegros, y nosotros sabíamos que en la variación está el gusto. Y eso hacíamos. Se los recomiendo, pues el sexo en el matrimonio después de tener hijos , y con ellos rondando por ahí en la casa, es heroico.
                                                                                       Bernie

No hay comentarios: