* La foto es de Israchamorro, y fue la elegida como foto del mes en setiembre.
Un espacio donde compartir ideas, reflexiones, opiniones, en fin ... palabras ...
Pablo Neruda: La palabra
"…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen…" de Pablo Neruda: LA PALABRA
13 oct 2014
4 oct 2014
CONCURSO...SINCURSO (In memorian)
*Es así, y ya no tiene remedio. Me iba a presentar a un concurso de cuentos cortos, y se me pasó la fecha final de entrega. Italcred cumplía diez años en la plaza financiera uruguaya e invitaba a concursar. El tema era "Los diez primeros" y no necesariamente se tenía que referir al tiempo transcurrido. El slogan de la empresa es "tu mundo crece". A mí me gustó el desafío, pero se ve que a mi subconciente no tanto. Miedo, inseguridad, y vaya a saber qué cosas más, y lo termino subiendo sólo en mi blog.
Bueno, un gol en contra cualquiera lo tiene.
Bueno, un gol en contra cualquiera lo tiene.
Pedro el
Grande y el Pibe
El club venía de malas. Éste año, en el torneo de clubes
del interior, ni “mojaron”.
La directiva estaba deprimida, se podría decir que hasta
incapaz de poder tomar decisiones inteligentes con miras a las próximas
temporadas.
Y no era falta de plata. Con la venta de aquél golerazo,
el “Araña”, y los réditos que le ingresaban por sus sucesivos pases en clubes
europeos, tenían oxígeno y la suficiente popularidad como para pedir apoyo
financiero a buenos comerciantes de la zona, y además vender publicidad a
grandes firmas de la capital.
El departamento todo- en su momento- estuvo de fiesta.
Pero no alcanza con el pan, todo el mundo quiere circo.
El Presidente del club era don Pedro el Grande, llamado
así, porque puesto a medirse con su padre, que también se llamaba Pedro, le
llevaba más de una cabeza. Grande, mismo.
Acompañaba a ese corpachón, una voz cavernosa y clara,
con la que gracias a su “parla” conciliadora, pero tenaz, había logrado por tres
veces consecutivas mantener la presidencia del club.
Y no sólo eso mantenía, sino también las importantes
relaciones comerciales obtenidas en sus frecuentes viajes de negocios, tanto en
el exterior, como en su propio país. Él tenía claro el camino por el que había
que andar, si se quería ser exitoso económicamente. Y la gente lo respetaba, y
mucho.
Además, literalmente hablando, “un pueblo le debía plata
y favores”, y don Pedro el Grande, ese tema, también lo sabía manejar de lo más
bien.
Por eso, cuando llamó a asamblea extraordinaria y se puso
a hablar frente a todos los asistentes, la sala estaba llena y absolutamente
silenciosa. Sólo se escuchaba lo que él decía, y el suave chirrido de la puerta
cuando entraba algún rezagado, que siempre los hay, por otra parte.
Ése día tocaba el tema más preocupante de los próximos
meses: los goles.
Hizo uso de la palabra don Pedro el Grande, y así les
dijo: “Queridos amigos, y digo amigos por no decir hermanos, porque éste club ha
demostrado desde hace ya mucho tiempo (clara alusión a sus consecutivas
presidencias) ser una gran familia y preocuparse por todos y cada uno de sus
afiliados (otro puntito a su favor), y de eso, somos todos conscientes, no hay
que olvidarse.
Pero también, todos sabemos que estamos pasando una mala
racha, y que algo hay que hacer para que soplen en El Rioplatense F.C nuevos
vientos de victoria.
Éstas -no por archiusadas, menos eficaces- palabras
dichas por él, eran el augurio de las que vendrían, y las otras seguro que
traerían consigo la solución al problema de los goles, o mejor dicho, a la
ausencia de ellos.
El aplauso no se hizo esperar, y explotó unánime y
mantenido. Un gesto de apaciguar, pero acompañado por otro de satisfacción y de
poder, que se reflejó en su cara, dieron paso a una explicación detallada del
plan de acción que él había pergeñado.
-El club debe hacer un esfuerzo mantenido y prolongado
con el sólo afán de ganar los enfrentamientos con otros clubes y de ponerse en
el primer lugar en la tabla de posiciones. Y de ahí, no bajar.
Y continuó enumerando toda la “movida” que era preciso
hacer para lograrlo.
La cosa era simple, e ingeniosa. Proponía la compra y
venta consecutiva de zagueros, hasta poder conseguir aquél que más le sirviese
al club para ser vencedor indiscutido de la ansiada copa. Él tenía, decía, los
contactos asegurados para que las ventas no se trancasen en el camino, pues los
pensaba revender baratos, o bien financiados, a los clubes chicos.
Como gozaba de una sólida reputación como exitoso
comerciante, nadie le objetaba su estrategia, siempre y cuando todo estuviese
sobre sus espaldas. Y eso era justamente lo que el grandote quería. No solamente
se sentía capaz, sino que contaba con una autosuficiencia solidaria que lo
acompañaba en lo que fuera.
La asamblea duró poco, y dio lugar en poco tiempo, a
poner en marcha los primeros movimientos del ambicioso plan.
Bastó para que el Cholo del Atlético Flores F.C metiera
ese gol de larga distancia a los primeros 5´ del primer tiempo, para que sonara
el teléfono y sanseacabó: el Cholo no tuvo ni tiempo de festejarlo con sus
compañeros, que ya había firmado la transferencia.
Y así siguió la cosa. Ya fuese uno a cero, dos a uno , o
por goleada, aquél que hacía la mayor cantidad de goles el domingo, se pasaba
automáticamente para Rioplatense F.C, y en cada compraventa el club ganaba
plata y prestigio, y mucho.
Ahora vendría la frutilla de la torta. Le había echado el
ojo a uno que le decían el Pibe, que jugaba de “diez” en el sub-veinte, pero
estaba próximo su cumpleaños y pasaría –sin remedio- de categoría.
A vos mismo, pensaba, y fue a verlo jugar. Iban por los
quince del segundo tiempo, y el muchacho no había convertido ni un solo gol.
Para peor, le habían mostrado la amarilla (bien sacada, por cierto), y andaba con mucho
cuidado.
Y eso los desconcentró a los del otro cuadro, y le
aflojaron la marca. Así, como si eso fuese lo que esperaba, faltando quince para
los noventa, con uno de tiro libre y el otro de cabeza -aprovechando un córner-
les metió el dos a cero, y a las duchas, apretado y manoseado por toda la tropa.
Mientras, se oía la cantarola que no paraba: “si éste no es el Pibe, el Pibe
dónde está”.
Y el Pibe pasó a engrosar las filas del club de Pedro el
Grande.
Una cena en casa de don Pedro, con el muchacho; el
entrenador físico, y el director técnico, y todo arreglado. El domingo, el Pibe
vestiría por primera vez esa nueva camiseta.
Casi lo había logrado. Habían llegado a las Semifinales,
y don Pedro había hecho un esfuerzo impresionante para que las nueve
compraventas que le antecedieran justificaran ésta última jugada.
Cosa que nunca hacía, don Pedro el Grande buscó las escaleras, bajó los dos tramos que
le separaban del lugar donde estaba reunido todo el equipo, y acercándose al
grupo, tomó del brazo al Pibe y se lo llevó aparte.
Tal cual un padrino, con esa voz tan particular y
hablándole casi al oído le dijo: dale Pibe, mostrales lo que sos. Vos sos el
“diez”, pero para el club sos el décimo, después te explico. Para mí, sos el
uno. Si ganamos, el club crece, y tu mundo también. Europa te espera. Y lo
soltó.
Caminó de regreso al palco, y no se pudo sacar el nudo de
la garganta hasta que sonó el silbato, y el juez dio por comenzado el
partido.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)