Pablo Neruda: La palabra

"…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen…" de Pablo Neruda: LA PALABRA

31 jul 2014

INESPERADO CONTRATIEMPO fOTO-TEXTO

*La foto es de Jasdg de Sonymage y está mencionada para este mes.

 * nota del autor del texto: no la subo a mayor tamaño, porque corro el riesgo de no escribir nada. Es que la foto está de puta madre, y la morocha...,mejor ni hablamos ;)  ;

El 125 de la empresa de ómnibus que pasa por la esquina de casa, y me lleva hasta una cuadra de mi trabajo, tiene para mí dos inconvenientes que de alguna manera me hacen sufrir cotidianamente, de lunes a sábado.
El primero de ellos es que es absolutamente errática la hora en la que aparece. A veces con la frecuencia de cada quince minutos, y otros días puede pasar  a los diez, o a los veinte minutos del anterior. Eso me trae muchos problemas, resumidos en uno sólo: el del café con leche matutino. Y sí, me he tenido que comprar uno de esos termos de un cuarto de litro, para poder ponerlo dentro de él, dirigirme a la parada, y disfrutar ¿? del desayuno mientras espero al impuntual chofer, que por otra parte sería beneficiario de ese título si al menos manejase con cierta prudencia, cosa que casi nunca hace (ese sería un tercer problema, pero lo comparto con mas de cincuenta personas) .
Y ése es realmente el segundo problema. El costo de llegar por mis propios medios al trabajo, desestabilizaría seguramente mi presupuesto mensual, lujo que no me puedo permitir. Por eso todas las mañanas estoy en esa misma parada, ridículamente aferrado a mi termito, y tomando mi desayuno como si fuera un niño al que la madre no lo deja subir al transporte escolar en ayunas. Debo reconocer que no he podido deshacerme de una verguenza que oculto con cara de póquer, pero que está ahí, y me incomoda.  Pero ése no era el punto, sino las cincuenta personas ( sí, creo que son personas) que me apretan día a día, a veces unas, a veces otras, y que a la vez se sienten invariablemente apretadas ellas, con lo que no tenemos posibilidades de ser muy amigables a pesar de ser ya bastante conocidos.
De ahí surgen dos daños colaterales, como se acostumbra a decir: nunca consigo asiento para viajar cómodo, y jamás llego a la oficina con el saco en condiciones.  Siempre queda arrugado por el viaje, el pobre.
Sí, por esa razón siempre llevo un mismo saco, motivo por el cual me he comprado dos trajes exactamente iguales, y los voy rotando conforme los voy arrugando.  A veces me pongo el pantalón de uno, con el saco del otro, y viceversa. Por suerte no se nota que se diferencian en un talle, cosa que sucede pues no soy muy prolijo con mi dieta, y eso lo compensa bastante bien. Siempre admiten dos o tres kilos en más o en menos. Eso sí, el cinto lo paso indistintamente de un pantalón al otro.
Un tercer problema asociado a esto que relato, es que soy casado, no vivo solo. Y ella, es cariñosa, comprensiva y muy solícita.
Y yo tenía que haber sido aún más cuidadoso con eso de trocar sacos y pantalones. A ver si explico mejor la cosa.  Como era de esperar, pues la rutina necesita de cierta metodología, todos los días, y cinco veces a la semana-a la noche- quito todo de los bolsillos, lo dejo en mi mesita de luz, pronto para redisponerlo en el saco o en el pantalón al que le toque en suerte acompañarme esa mañana a la parada del maldito ómnibus.
Bueno, todo, pero todo, creí esa noche que había (yo) sacado del saco, pero no había sido asi, lamentablemente.  Desafortunadamente, como tenía que ser, algo dejé en el saco que se quedaría en casa, y algo hizo que no me percatara.
Y lo que nunca, pero nunca hace Marita-mi señora- es meterse con mi ropa del trabajo.  Pero era (¿tenia que ser? ) mi cumpleaños, y ella sintió que alguna cosa había que hacer para que fuese un día diferente, mismo.
¿Y qué hizo? Pues lo insospechado, hizo. Lo que sólo Murphy pudiera haber imaginado.  Solícita, como les conté que era, mandó a la tintorería, a planchar y demás, las dos prendas que quedaban ése día en el despojador, y que sólo yo uso. ¿Y porqué ? Pues porque tenía que suceder de esa maldita manera, y no de otra. Estaba escrito, dicen.
Nada hizo que no se diera cuenta del involuntario olvido.  Nada hizo -prolija y previsora como sabe ser -que no revisara todos y cada uno de los bolsillos antes de enviarlo al servicio de lavandería. 
¿Y qué había yo dejado en el saco, más precisamente en el bolsillo chico del lado de adentro, ése que también tiene un botón que asegura lo guardado, a la altura más o menos del bolsillo grande que queda por fuera? Mi cartera había dejado, o billetera, como quieran llamarla. The facking wallet, para ser más preciso. Será por las películas de la tele, pero puteo a veces con más énfasis, si lo digo en inglés, aunque no sé cómo se escribe, realmente. Además de resultar más educado, pues no todo el mundo lo entiende grosero, hasta divertido suena.
¿Y que había dentro de la olvidada cartera? Esa fotito ( attenti al diminutivo) cómplice, sabedora de tantos monentos de solitaria pasión; motivo de orgullo mentiroso con mis compañeros de oficina, y porqué no- confieso- también cómplice a la hora de erotizarme lo suficiente, como para que, ante furtivas miradas en el colectivo de regreso a casa, estuviese dispuesto de antemano, a una sesión de sexo con la patrona.
Y palpé el conocido costado y nada. No estaba donde debía de estar. De modo que no sólo no iba a haber sexo esa noche, sino que si Marita, por esas cosas de la vida, la encontraba, lo más probable es que me cortara los víveres, y con ellos las bolas, además. Dije que era comprensiva, pero todo tiene su límite.
Y tal cual, como rezaba que no sucediese. Rezar no sirve de un carajo, siempre lo sospeché, al menos para estos casos. La encontró y la abrió. Y la vió a la morocha, y me deseó la muerte, o una esterilización rápida y sin anestesia, que para el caso es lo mismo. Y compartimos la culpa el fotógrafo y yo. Compañeros de tantas alegrías, y ahora compañeros en el infortunio. Y dos cosas pasaron ésta vez como daños colaterales: no tengo más la foto, y no dispongo nunca más dos trajes para poder intercambiarlos a la hora de tener que ir a arrugarlos al maldito ómnibus.
A la Marita la sosegué. Tarde, pero la sosegué. Dije que era una broma de los muchachos de la oficina, un día que supieron era fecha de aniversario nuestro de casados, y me la pusieron en la billetera; y segundo, para comprobar mi hombría,pues cada tanto me pedían que se las mostrara sólo para comprobar que todavía aguantaba el desafío. ¿Viste cómo son los hombres? le dije, tratando de traerla para mi mitad de la cancha.
Bueno, cierto éxito tuve y la cosa pasó.
Ahora estoy abocado a conseguir de algún modo el teléfono del fotógrafo, y solicitarle me haga una copia y me la mande a la oficina, donde la guardaré bajo llave. 
Por los muchachos solamente, le explicaba a mi mujer.... ¿Entendés Marita? Te lo juro, mientras juraba para mis adentros, que al fotógrafo ese lo iba a hallar de todas maneras. Eso sí, de todas, pero esa morocha tenía que volver.
Nunca tuve tan así a una mujer, metida en un bolsillo, ni en fotos, como decimos con los muchachos en la oficina.
Bernie.

26 jul 2014

CENIZAS III ( A VER AHORA....)



*Es difícil - a veces- la tarea de comunicar una idea, y si es por escrito aún más, porque enmiendas, correcciones, separatas explicativas, más que aclarar , oscurecen. Por ese motivo, reescribí desde el vamos al original, de modo que poco o nada queda ya de su estructura. Pero queda la idea ( lo de la urna), y eso es para mí lo importante. Ahora lo redacté en tercena persona, con un relator, para facilitar el relato,  despersonalizarlo, y evitar confusiones. Espero les guste, y aprecien las modificaciones. Se agradecen los comentarios, tanto a favor, como en contra.

                                                       CENIZAS
A diferencia de mucha gente nunca le asustaron, ni fueron tabú las cosas o los temas relacionados con la muerte. En su casa materna siempre se habló de “cosas naturales”, y ésta era una de ellas. Ni tampoco, hay que decir lo que hay que decir, por eso uno anda por ahí todo el día hablando de difuntos y temas por el estilo. Sólo que se tomaban con sencillez y sabiduría humana, y sin ningún tipo de pacatería.
Por ejemplo, si había que ir a la reducción de algún familiar, se iba en familia, y llevaban a los menores con ellos -Tomás incluido - a pesar de su corta edad. Sin duda que el modo en que lo criaron, o mejor dicho lo educaron, lo formó ajeno a supersticiones o prejuicios.
Así fue, que llevó la vida normal de cada chico, en cada etapa, conforme crecía.
Pero claro, algunas cosas que iban con él, no la iban con sus compañeros de juego o de andanzas, que habían sido criados de otro modo. Y así fue, que llegando a la difícil edad de la pre-adolescencia, y estamos hablando de los diez u once años, uno de los asuntos que más ocupaban a su “banda” de amigos era el tema de los cigarrillos, y las distintas formas de fumar a escondidas y no ser descubiertos. Así que cada uno lo hacía como mejor le parecía o antojaba.
Y en eso sí que Tomás mostró no sólo diferencias notables con sus compinches, sino una imaginación muy singular. Sucede que como muchos, y para que aprendiese desde chico el valor del dinero, su padre le entregaba todos los domingos su semanada. Una cantidad chica,   -pero suficiente- de dinero, para golosinas, un helado, una entrada al cine, o para comprarse alguna revista de su interés. Mas Tomás gastaba poco, y lo ahorraba casi todo.
Tenía bastante dinero y podía comprarse alguna cosa distinta, y además no era un problema si costaba más.
El ómnibus que lo traía de sus clases de inglés pasaba por el cementerio, y había de la vereda de enfrente varios puestos de venta de flores y artículos afines como floreros, lápidas de mármol, chapitas de bronce, etc. Un día se le ocurrió en donde guardar las cenizas y las colillas de los cigarrillos que a escondidas fumaba en su casa,  aprovechando la ausencia de los padres.
Se bajó del ómnibus en la parada del cementerio, y anduvo preguntando en esos comercios por una urna, y tuvo la suerte de encontrar una bastante vistosa, sólida, con buen cierre de tapa y a la altura de sus posibilidades económicas. Y la compró.
No era habitual que un chico de esa edad adquiriese ese tipo de artículos, pero como les contaba, en ese tema, Tomás no era el promedio ni mucho menos.
Y se la llevó a la casa, y la puso en su biblioteca, arriba del escritorio, y así, a la vista, la madre sólo creería que a Tomás le gustó, y que probablemente lo hubiese confundido con un florero y le dejaría tenerlo sin hacerle muchas preguntas.
Los únicos asombrados realmente eran sus amigos, que a la urna le llamaban el “cenicero macabro”, por lo que guardaba dentro.
Siempre fuimos amigos, y nos criamos en el mismo barrio, de modo que yo supe todo de él y él todo de lo mío. Urna incluida.
El tema del cigarrillo siempre le acompañó, pues fue hasta avanzada edad un fumador empedernido. Y supe que a la urna la llevó siempre con él donde fuera. Cada tanto la aligeraba de puchos, y sólo le compactaba las cenizas para hacer lugar para las nuevas.
Hace unos días nos despedimos para siempre de él, y después del entierro en casa del notario se leyó su testamento, pues haciendo gala de haber sido toda la vida ahorrativo, había consolidado una sólida posición económica, y había bastante para repartir,
Lo interesante de su última voluntad, era que pedía, en un apartado, que se vaciara la urna, se la limpiara bien de bien, pues ya no pensaba fumar, y que se pusieran dentro de ella sus cenizas, que después de todo era para lo que la había comprado.
Bernie

24 jul 2014

CENIZAS II

El hombre casi pelado, morocho, de gesto sombrío, se incorpora levemente de su posición habitual en la cama, y apaga uno más de los cuantiosos cigarrillos fumados ya en esa mañana. En esa atmósfera del cuarto, no sé cómo podía ver a través de los gruesos lentes de oscuro y grueso armazón, que le facilitaban la tarea de escribir, que era sin lugar a dudas lo que le apasionaba, y de lo que vivía, es justo decir.
Muchos vivían de eso que él escribía, en el sentido de que él los hacía vivir cuando lo leían, porque era muy bueno en lo que hacía. Se llamaba Juan Carlos Onetti y lo intento (debo) homenajear reescribiendo “Cenizas”. 
De adolescente, iba yo a la casa de su dilecto amigo Fausto Lacoste, que también fumaba, escribía, y de su esposa a la  que también siempre  se la veía con un pucho en la mano. Eran los padres de mi compañera de clase, Mónica.
Es cierto que geografía más o menos, todos de chicos fumamos alguna vez a hurtadillas, en uno más de los intentos de parecernos a los mayores, o por no pasar vergüenza frente a los aventureros de nuestra edad. Lo de las marcas no es relevante, pero…,¿cómo hacerlo sin mencionarlas? No lo supe.
Poner las cenizas en una urna es como una metáfora de humor negro, que se me ocurrió protagonizando una anécdota. Y luego, el cuento.
Dos compañeros de Sonymage lo leyeron, y pensaron que yo estaba diciendo de mis dificultades para dejar de fumar, y me alentaron en la supuesta misión. Estaba claro que no lo había logrado en la primera edición. Haré una segunda edición y veremos qué pasa.
¿Y saben lo qué?...no lo reescribo nada. Me banco el fracaso inicial, así me fortalezco, y ojalá, ¿quién sabe?, escriba aquello a lo que no le tenga que cambiar ni una coma.
Y no se consuela quién no quiere, y no seré la excepción, pensando que Onetti y yo nos parecemos, pues seguramente él también alguna vez habrá fumado palitos de hinojo. Bernie

CENIZAS

Yo tenía once años, tal vez diez, cuando probé por primera vez, de fumar uno. En realidad no era un cigarrillo propiamente dicho, sino que consistía en un tallo seco de una planta que crecía en un terreno baldío, a la vuelta de mi casa. Le llamábamos hinojo, y tenía la particularidad de ser hueco, lo que hacía posible que cuando le encendíamos la punta, nos permitía inhalar a través de ese canal, y resultaba lo más parecido a un cigarrillo.
La otra experiencia, algo más sofisticada, era secar barba de choclo y con la propia chala, armar un cigarrillo, o bien, usar una hojilla de papel para armar cigarrillos de verdad, pero rellenarla con los “pelitos” del choclo, de ahí su nombre popular.
A partir de esa época,y con intervalos más o menos cortos, o largos, según se mire, se me ha pasado la vida fumando, o me he pasado fumando toda la vida.
Ya cerca de los trece años, la cosa se puso más formal, y entre varios compañeros de clase, comprábamos una cajetilla y cada tanto prendíamos uno de los cigarrillos, del que algunos sabían tragar el humo, y los más, entre los que me encontraba yo, no sólo no lo hacían, sino que a poco de empezar, ya estaban mareados.
Pero como todo llega en ésta vida, un día supe cómo hacerlo, y pasé de grado, se podría decir.
Había a nuestra disposición, o mejor dicho al alcance de nuestro bolsillo, dos marcas nacionales: una se llamaba Oxi bithué, y la otra Exeter. No recuerdo si antes o después, apareció Plymouth, que era de tabaco rubio, igual que el Exeter, y barato también.
El oxi bithué fino, llamado así por su grosor, no por su calidad, se había ganado el vulgar apodo de “pijita de gato”, y estaba fabricado con hebras de tabaco negro. Años más tarde ya pasé a paquetes de cigarrillos con más personalidad. Tal el caso de La Paz suave y Republicana, que se decía eran los más “fuertes” del mercado local.
De esos, fumé varios años. Después, tuve una etapa larga de cigarrillos rubios, y le copiaba seguramente a mi padre, que se fumaba hasta tres atados por día de Master, que en esa época sólo se fabricaban sin filtro.
Hasta mis diecisiete años, todo esto se realizaba a escondidas de los padres, que fumadores o no, no nos permitían hacerlo aún. Para ese entonces, mis mayores ya sabían de mis fumadas, pero no era tema que se hablaba, como para obtener un franco permiso. Fue por esa época, en que me compré aquél cenicero con tapa, en donde no sólo guardaba las cenizas, sino que también allí conservaba las colillas, y todo ello aprovechando la ausencia de mis padres, y en mi propia casa. Por fortuna, mi cuarto era mi santuario, y a pesar de no estar nunca cerrado con llave, yo tenía la tranquilidad que nadie iría a husmear entre mis cosas.
Los que sí sabían dónde yo guardaba todo eso, eran mis amigos, los que además de temer por mi intimidad, no se sentían muy cómodos con mi cenicero, al que llamaban el macabro secreto.
Yo no aflojaba, pues además de reservorio, terminó siendo un ayuda memoria para recordar al ir pasando los años, las diferentes marcas de cigarrillos que ya ausentes, habían pasado por mis manos y mis labios, haciendo me sintiera, además, como una especie de coleccionista. Recuerdo que en un viaje que hice al Brasil en un barco que tenía Free Shop, unos amigos que allí conocí -en el barco- compraban unos cigarrillos negros, también sin filtro, llamados Gitane, envueltos en papel azul con letras blancas, si no me falla la memoria. ¡Eso era tabaco negro, y no lo que yo alardeaba de fumar! Años más tarde, la importación los trajo a mi país, pero ya ésta vez, con filtro. Igual eran fuertes, sí que lo eran. Allí también compré yo, para alardear, una cajita metálica que guardaba dentro unos habanillos holandeses con boquilla plástica. ¡Qué tiempos aquellos!
Bueno, como muchos, y por razones parecidas, también experimenté con pipa, pero me resultaba no sólo más caro, sino que bastante más complicado. Que limpiarla; que encenderla varias veces; que guardarla en lugar seguro, y además tener varias, porque de lo contrario no tenía gracia. Mucha cosa junta, de modo que la pipa marchó al olvido.
Eso sí, debo reconocer, el olor en el ambiente era notoriamente más agradable, y también dejaba un aroma diferente en mi especial y particular cenicero. Y hablando de él, o mejor dicho de ella, la he llevado conmigo hasta el día de hoy, en el que he decidido poner mi voluntad a prueba- a la máxima- y dejar de fumar.
Consecuentemente con ello la vaciaré, la lavaré bien, y la dejaré en mi testamento, junto a mi última voluntad: 
que esa urna funeraria que siempre llevó dentro mis cenizas, lo siga haciendo. ¡Así sea!
Bernie5422

19 jul 2014

MI JUGUETE FAVORITO (UNA CRÍTICA CINEMATOGRÁFICA)

SINOPSIS

Corto cinematográfico, estimulante y vibrante, donde el guionista ( Mak Yavelo ) trata en apenas siete minutos (clara alusión al famoso best seller ) acabar con la burda pornografía y el comercio barato que arroja saldos de cuantiosas ganancias, habida cuenta del apetito voraz que existe por ese tipo de producciones. De bajísimo presupuesto, presenta por primera vez en la pantalla, a una verdadera revelación en el difícil arte del erotismo ( Sugar Fricann ). El más cándido y descarnado relato fílmico en una sola escena- sin cortes ni edición- captado por una filmadora especialmente diseñada para el famoso director Parlo Conti, recientemente desposado por la novel actriz.
El reality show basa toda su expectativa en el difícil desafío para la diva y el equipo de filmación, en un asombroso efecto especial, pues el famoso aparatito posee energía autónoma para esos solos siete minutos, en los que la portadora deberá obtener la máxima estimulación y el inigualable placer, antes de agotar la reserva de la minibatería, y en el mismo plazo.
La música de Elcio Maricone, que desde una sutil y melodiosa nota sacada de un oboe original, de madera, del período barroco, se desarrolla en un “increscendo” en el que se van sumando distintos instrumentos, para terminar en un casi ensordecedor final, a toda pólvora-rindiendo evidente culto a la 1812- que a pesar de todo, no logra mitigar los extasiados gemidos y jadeos ( y algún que otro maravilloso ¡oh my god ! ) exhalados por la agotada protagonista, en sensual y enronquecida voz. Esto se logra sólo gracias a la magia del envidiable stéreo logrado en la banda original, reproducido por un portentoso y fidelísimo equipo de música, propiedad del matrimonio, y que poseen en su grandiosa mansión de Malibú, en donde se rodara el citado film.
Un detalle que pudimos sonsacar en “detrás de la escena”, es que los autógrafos se enviarán a vuelta de correo, ya que la feliz pareja desea mantener la más absoluta intimidad.
Para Cinema Veritá, en su versión para el mundo hispano, los saluda su corresponsal especializado: Julio Martínez, Caracas.

EL ERUDITO VIENTO Texto-canción


Para ponernos en sintonía, nada mejor que escuchar primero a dos cantautores que disfruto hace ya muchos años: Juan Manuel Serrat, cantando en catalán “Com ho fa el vent” y a Dorival Caymi haciéndolo en portugués (brasilero) con el tema “O vento ”. respectivamente.
En la búsqueda, recopilación e investigación del origen de los diferentes dichos, el que motivó estas reflexiones ha sido “a las palabras se las lleva el viento”, que siendo casi axiomático, no precisa de demasiadas explicaciones a propósito de su significado.
Queda claro. Lo que no queda claro, es a dónde se las lleva, y peor (o mejor) qué hace con ellas.
Yo especulo que el viento lo primero que hace con ellas es integrarlas a su vasto, completo, universal, dominio de los distintos idiomas del mundo. Que las acapara, las hace suyas.
Porque desde el origen de los tiempos, cada palabra que escuchara en su andar, sería más tarde o más temprano de su propiedad.
Desde la eternidad para aquí, y de aquí a la eternidad. Sería una teoría animista, ¿pero cuál no la es desde que vemos a la tierra como un ser vivo, orgánico e indivisible? La tierra habla, se expresa, dicen. El viento es parte de ella y debe su existencia gracias a diferentes razones, como por ejemplo la rotación, la evaporación y temperatura de los mares, los factores climáticos variables, los ciclos de la luna… etc.
Otra maravillosa cosa que he descubierto estudiándolo, es que tal vez sea él el promotor de los diversos idiomas y dialectos, y no sólo un recolector.
Sucedió así, creo: mucho después del Big Bang, el viento aún no sabía hablar con sus propios vocablos, pero como al pasar, cierta vez escuchó a los humanos comunicándose entre ellos. Consecuente con lo que sería después su preferido accionar, dio vuelta, voló a su máxima velocidad, y se apropió de lo escuchado. Ese fue su primer robo. Acto seguido, siguió recorriendo alrededor de la tierra, y dejándole esas palabras a los humanos donde sea que ellos estuviesen. Igual, después volvería por ellas, fiel al dicho que nos ocupa.
Y así nacieron los distintos idiomas, en los que se dice lo mismo, pero con diferentes letras, sonidos guturales o nasales, o lo que sea. ¿Y porqué? Sencillamente porque los que recibían lo que el viento les desgranaba, repetían lo que creían haber escuchado. Y todos en esa región lo decían de la misma manera. Así fue, eso dice la leyenda que comparto con ustedes.
Lo que no es leyenda y lo experimenté en carne propia, fue la anécdota que protagonizamos hoy con mi nieta Valentina, de cinco años, al llevarla en el auto al jardín de infantes.
Ella viajando sentada en el asiento trasero, abre la ventana y me pregunta si estábamos yendo a mucha velocidad. Yo le respondo que más o menos, y a mi vez le pregunto porqué me lo dice.
Con el viento llevándole el pelo para atrás, me dice que ella habla con el viento, y me cuenta que el viento le dice que no le gusta que los autos andando rápido, lo empujen. Don Ramón Gómez de la Serna debería estar más que satisfecho al oír de labios de una niña una preciosa greguería : El viento se queja cuando los automóviles lo empujan al andar rápido. ¡Me quedé de una pieza!, y pensé que tenía que escribir algo después de esa memorable anécdota. Y ahí fue que pensé que el viento habla con las palabras que se ha llevado de todos lados, y en consecuencia debe de ser un erudito.
Y por eso escribo en silencio, para que no me las lleve.

COMPARTIENDO SOLEDADES

Tal vez recuerde el que lea ésto, aquél tema de Serrat en el que describe- cantando- las vicisitudes de un personaje rompiendo la vidriera de una tienda y robándose ( secuestrando, mejor ) a la mujer de sus sueños.  Aquél maniquí  que le obsesionaba a tal punto de perder aún más el sentido de la realidad, y llegar a cometer un acto casi vandálico, en aras de saciar su irrefrenable ansiedad de compañía.
La soledad no es la nada, la soledad lo es todo. Un universo unipersonal, una burbuja de emociones y sentimientos  no confesados, no compartidos, de compleja  conformación, y la más de las veces de ignorado origen.
Pero se descubre, sí, la imperiosa necesidad de encontrar la compañía ideal en el objeto inanimado.  Aquél en el que se ponen –sin objeciones de nada, ni de nadie- en descubierto, todos los deseos y frustraciones, en un diálogo-monólogo, revelador de todas y cada una de las desventuras que le ha generado la vida que le ha tocado vivir.
El recurso último de animar lo inanimable, habla de la desesperación, o al menos de una búsqueda de la felicidad compartida, que no supo hallar por otros medios.
Se infla la muñeca, se adora el maniquí, se empapela el cuarto con fotos de la sexy-girl del momento, todas alternativas válidas para seguir en soledad compartida.  La única forma en que pueden sustituír su falencia en sociedad.
Otro músico, pero esta vez rioplatense, escribió una canción en la que decía que “lo más difícil en la vida es convivir”, y estas personas son la expresión máxima de esa premisa. Les es tan difícil, que no lo pueden hacer con otro ser humano. Y a los que nos consideramos “normalitos”, no nos es fácil tampoco. Hay que manejar códigos y modos de conducta y de relacionamiento difíciles , intrincados, sutiles, que requieren de tiempo y de paciencia para el prueba y error. Y se pagan precios. Tal vez las personas objeto de estas reflexiones, no están dispuestas al pago. Pero la vida, igual les pasa la factura desde otro lado.
¡El ser humano es maravilloso! El tipo sortea la dificultad, salta la valla, y descubre en el camino la solución perfecta. Encontró el paradigma de la compañera ideal.  Le hace responder a todas sus preguntas , poniéndole en su boca todas sus respuestas. Las que está dispuesto a dar por certeras y por válidas. No sólo satisface su apetito sexual, eso sería minimizar el truco. Lo mágico es que consolida en el hule vacío y pintado, en la foto, o en el cartón-piedra, lo que le gustaría –y no puede- recibir de cualquier otro ser humano. Alguien que siente y piensa como él. Su otro yo, que también ama. Perfecto.
Por otra parte, yo no sé porqué, siempre que se ha tocado el tema, lo refieren a personas del sexo masculino.   ¿Y con las mujeres qué pasa?  ¿Qué inflan, qué roban, qué adoran? Mientras lo averiguo y lo pienso, recurro al sistema de Slictick y escribo continuará. Igual, se agradecen aportes.  Bernie 

EL HÁBITO NO HACE AL MONJE


 


 *Foto de Mayte. Titulada “El Rabino”

Parecería que esta semana estoy obsesionado con los refranes, sus sentidos y consecuencias. Pero lo cierto es que algunos se parecen en el contenido y no en la forma, y eso me despierta cierto interés.
A ver si me explico…, “no es oro todo lo que reluce”, ¿tiene o no, un parecido en lo que quiere expresar (contenido), pero no en su aspecto exterior (forma) con “el hábito no hace…..? O éste otro: “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Así podríamos seguir con una larga lista, porque el ingenio popular “no deja títere con cabeza”. O, como dijera George Sand : “ La belleza exterior no es más que el encanto de un instante. La apariencia del cuerpo no siempre es el reflejo del alma”. 
Por otro lado, seguimos hablando de la unidad de los hombres, y cada vez más nos separamos en diferentes tribus, que hablan con diferentes lenguas, y que se adornan y se visten visiblemente diferentes de cualquier otro ser del planeta.
Y además, nos burlamos o nos sentimos seres superiores, cuando vemos a indígenas analfabetos pintarrajearse, o agrandarse el labio, o alhajarse con plumas o tatuarse en sesiones dolorosísimas para demostrar valor o para comunicarse con los dioses. ¿Y en qué nos diferenciamos de ellos hoy, en el 2014? Cuando nos colocamos piercings que perforan lengua , orejas , cejas, o nos tatuamos tantos centímetros de piel, que en nada nos diferenciaríamos del famoso “hombre ilustrado” del querido Ray Bradbury. 
Y tres veces la palabra “diferentes” en una oración, porque eso parecería ser lo más importante. Y no lo es, de ninguna manera lo es. Un poco de fotoshop, y el religioso de la foto podría estar encarnando cualquier personaje de un “spaguetti –western , con esa mirada entre socarrona y simpática , escudriñando a la dueña de la lente.
Me sorprende que gaste una prolija y actual barba de algunos pocos días, y no la habitual larga y frondosa que acostumbran mesarse habitualmente.
Pero además, sería muy difícil –sin establecer contacto- saber si detrás de ese ropaje jasídico proveniente de la Europa oriental de hace más de 300 años, hay un religioso común y corriente, o un rabino. Otros, se visten al estilo otomano, gran gorro de piel, etc. En fin, una comunidad cerrada, y por cierto muy abundante en Jerusalem hoy en día.
Quisiera detenerme un poco en la palabra hábito del citado refrán, pues me llama la atención que con el mismo número de letras, y con las misma letras, colocadas de idéntico modo, encontremos tres vocablos que con sólo la diferencia de un tilde, definan la situación particular que les estoy instando a observar.
Si utilizamos el mismo método que la numerología o la cabalá, y le encontramos (buscamos) un sentido lógico basado en premisas difícilmente comprobables, transitaremos el siguiente trayecto: la palabra está formada por seis letras (h-a-b-i-t-o), y en dos casos con tilde en la a. 
En el idioma español habito, significa que tengo la costumbre de vivir en cierto lugar, es decir tengo el hábito de residir allí. Además, visto el hábito que me identifica con mi gente. Todo esto confirma que es en efecto una comunidad cerrada, aún dentro de la gran comunidad judía religiosa de Israel.
Ahora se puede ver con claridad-espero- el poder que le otorgamos a las palabras, sobre todo si especulamos con ellas. 
Viene bien para redondear la idea parafrasear un famoso dicho: “Nada es verdad o mentira, todo es según el color de la lente con que se mira…..” Bernie

18 jul 2014

LOS RETOÑOS FOTO-TEXTO

   -Se gestó, se gestó, se gestó....y así por largos nueve meses, y tras de interminables 36 horas de pujos y dolores, alumbró la sala "eso" que era nuestro primer hijo. Un aplastado y mortificado bebé, que se quería quedar donde estaba mucho más cómodo, tanto, que apenas apareció en público, lloró. Lloró con una bocota que le gastaba media cara, y que de grande le sirvió a sus amigotes para apodarlo "el boca". Lo más gracioso que le oí decir a uno de ellos fue " cuando el boca quiere decir yo, no puede, le sale nosotros.  Así, con esa boca lloró.
Con la misma que a los dieciocho años cantaba en la Escuela Nacional de ópera de Montevideo. Con esa misma que cantó, como coreuta y solista, años más tarde, en algunas salas de Roma, y luego en los mejores teatros de Viena, donde hoy reside en forma permanente.
Evoluciona y muta permanentemente, y desde hace varios años enseña tango a chicos con discapacidades ( síndrome de Down, autistas, etc..) , en los dos continentes: en Europa y en América del Sur.
Y se puede decir que hay un antes y un después. Y se puede decir ¿porqué no? que hay un antes y varios después, pues parecería como que le van saliendo diferentes y atractivas, coloridas alas, que superpuestas a las anteriores, le otorgan una capacidad de vuelo, que sólo mejora con la llegada de una nueva. Con el advenimiento de otro después.
Dicen que los hijos son como una masa de arcilla que uno va modelando. Lo que no dicen es que los padres vamos siendo moldeados también, con el paso de los años, en manos de nuestros hijos, y acompañando con esos cambios, los suyos.
No tenemos esas alas, pero disfrutamos, la más de las veces, viéndolos volar.
La pregunta es: ¿seré capaz de acompañar con mis pequeñas metamorfosis adaptativas  su próximo después?
Después tengo, además, dos hijas, por las que también me metamorfoseo, ¡y cómo!, por supuesto. Terminaré peor que el personaje de Kafka: triple metamorfosis en una sola. Pero contento.
¿Qué vendrá después?..., se los diré entonces.
                                                                               Bernie5422

LA MÁQUINA DEL TIEMPO

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Lo que no ha hecho el hombre en su desesperación, o afán por descubrir el modo de volver al pasado, no está escrito. Bueno, para eso es que estoy sentado, hoy, aquí presente.
Hemos visto películas, la más de ellas espantosamente malas; las hemos disfrutado mucho, como “Recuerdos del futuro”, inteligente desde el título; “Volver al futuro”, de matiné, pero era buena la propuesta, y los “defectos especiales”, como diría un amigo de mi familia.
Hemos leído, y cito nuevamente a Bradbury, aquél magistral cuento futurista (sic) en que en pleno final eleccionario en el que triunfa el senador A, contra el B, sale una expedición al pasado, llena de turistas, esa vez. La única condición inviolable era pisar sólo el camino de piedras al bajar de la nave, y no tocar absolutamente nada. Sólo observar.
En un desventurado tropiezo, alguno de ellos, vuelca de lado una de las piedras, y su bota no pude evitar aplastar a un insecto que salía por debajo de ella.
Al regresar a casa, había ganado las elecciones el otro, el señor B. Simplemente genial, como todo lo escrito por él.
También están descritas todas las experiencias de regresión hipnótica en nuestra vida actual, y hasta nos atrevemos a contar las de nuestras vidas pasadas. Y no podemos olvidar a “vida después de la vida” de la famoso y controvertido doctor del que ahora no recuerdo el nombre, pero antes lo hacía.(Moody....¡puf!)
Continuando con el hilo que proponen esos autores, pienso o especulo, que lo estremecedor del proyecto, es que no sabemos “a priori”, de los efectos que podrían tener esas ansiadas incursiones. Como así-y de eso también se ha hablado- de los impactos colaterales que se producirían al cumplirse los deseos pedidos al famoso “genio de la lámpara”.
Ponerse a imaginar consecuencias colaterales en el caso de serles otorgado ese deseo, y podrán comprobar que mejor lo encierran de vuelta en la lámpara, y que otro acepte el desafío.
Y todo esto lo he escrito ni más ni menos que para contarles otra anécdota de mi nietita Valentina (cediendo a la amable sugerencia de mi amigo Slictik ) y muy a mi pesar, como debe corresponder en éstos casos.
La escena es la de una “liviana” charla entre la nieta y su abuela, en éste caso particular, Zaira, mi esposa
La nena (4, creo que se los he dicho alguna vez, no estoy seguro,jaja ) pregunta:
¿Abuela, cómo se hace para volver al pasado?,.
¿Porqué? responde Zaira, que todavía no sabía lo que se venía a continuación.
Porque a mí no me gusta la persona que soy hoy.(Así nomás).
Ahí Zaira se da cuenta que la nena habla de su frustración y de sus celos pues desde hace unos meses comparte su vida con un hermanito que le despierta sentimientos encontrados.
Bueno, Vale, pensá en tu último cumpleaños ( Guillermo no había nacido aún. Astuta la abuelita) y en cómo disfrutaste de esa fiestita y así podrás volver al pasado.
Un gracias abuela (dicho casi con conmiseración, ella esperaba otra cosa), de parte de la nena, y santas pascuas. Bueno, no tan así, pues pocos días más tarde, y enfrentada a su madre en una pelea casera y en pleno llanto, le dijo….¿ Y para qué me serviría ir al pasado, si tendría que vivir todo de nuevo, y estaría aquí llorando otra vez?
Nos hemos dado cuenta que Vale concientizó el problema, lo verbalizó, buscó una solución, la intelectualizó, y anticipó su fracaso, verbalizándo en convulvivo llanto, otra vez.
Felizmente, la madre aprovechó para elaborar una acertada y maternal respuesta.
Vale, le dijo, no podemos volver al pasado, y tampoco ir al futuro, de modo que sólo tenemos el presente, para mejorarlo y ser cada vez más felices. Con esa respuesta , mi nieta recibió contención y paz de espíritu.
Fin de la historia, por ahora.
¿Soy yo, o estoy oyendo aclamaciones llenas de ojos húmedos acompañadas con gestos de sorpresa y ¡oh.oh.0h! causados por descubrir la capacidad de abstracción de una niña de tan sólo cuatro años, que no recuerdo si les advertí de ese relevante (no hallé un superlativo adecuado) detalle. :lol:
Bueno, querido Slictik (mi moderador literario ) tú te lo buscaste. ¿Querías anécdotas de Valentina? Na´más pedirlas, hombre. Pero….¿ disponés de tiempo?, porque recuerdo que una vez…….....
Bernie et al.