El título es de película. Todos los días sonaba el despertador a la misma hora de la mañana -a las seis- y comenzaba otra vez un nuevo día, pero sin pasar al siguiente. Todo lo acontecido se borraba, y la escena quedaba en blanco, para ser vivido ese día de forma diferente.
Todos los actores, menos el protagonista, se habían olvidado de lo experimentado el día anterior, y sólo él lo recordaba.
Tal el argumento de esa película que vi un par de veces.
Algo así pasa con los libros.
El que lo lee, cada vez que lo toma para seguir la lectura, recuerda los personajes y los escenarios al modo que lo hizo la vez anterior, en cambio los demás lectores afirman haber vivido otra cosa.
Cada lector lo imagina de modo diferente, lo que convierte a cada libro en una biblioteca inagotable, de innumerables personajes, todos con el mismo diálogo y con distinto aspecto cada vez, según sea el que lo tiene en sus manos.
Por eso debiera decirse que "he imaginado ese libro", más que "lo he leído".
También, tal vez mejor sería celebrar "el tiempo del libro", más que su día.
A cada libro le llega su día a su tiempo, sería otra forma de expresarlo.
Sólo tiene que armarse de paciencia, y esperar que otras manos lo saquen del estante donde congela su existencia, para volver a escuchar el tic-tac y recobrar su vida después de cada hibernación.
Me huele que he creado una linda metáfora con la que honrar por anticipado el tan mentado libro, y de paso sentir que -al menos despierto-no soy ningún marmota. Aclaro que no tengo nada personal contra el adorable animalito. Alguien lo tuvo. Bernie5422
Un espacio donde compartir ideas, reflexiones, opiniones, en fin ... palabras ...
Pablo Neruda: La palabra
"…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen…" de Pablo Neruda: LA PALABRA
31 ene 2014
29 ene 2014
Prêt-à-porter
La traducción más aceptada es " listo para
llevar". En la confección de ropa,
esto significa -esencialmente- que se ha
hecho en serie, para el consumo en consecuencia.
Como me quedo siempre mirando las expresiones o las
palabras -y éste momento no es la excepción- acabo de descubrir un término
escondido en ésta. Tal vez rebuscado,
admito. Rebuscado en el sentido de muy
buscado, de buscado casi a propósito. Sabiendo de antemano que si uno pone la
mente en esa sintonía, lo logra. De última es un ejercicio mental más, pero no
por ello de menor jerarquía, no señor.
Bien, lo siento, es un vicio difícil de eliminar. Por otra parte, algunos son muy disfrutables
y no negaré lo que me gratifica -la más de las veces- estar enviciado.
Si miran con atención, usando el traductor automático
que cada uno tiene en la mente, descubrirán -como en esos acertijos de las
revistas- que está escondida una palabra que te desafían a encontrar. En éste
particular caso la he encontrado casi instantáneamente. Es el vocablo APORTE.
Si me pongo muy juguetón, hasta podría decir que la traducción
franco-española sería "listo el aporte para ser usado", como una
suerte de apócope. Prêt-àporter sería lo que quiero decir.
Vamos, no se pongan duros de entendederas, se trata de
ser de mente e idioma flexibles.
Los americanos le llaman " brain storm", que
para este ejercicio se aplica perfectamente, además de ser imprescindible arma
de combate.
Porque se combate contra la rigidez y la
estructura. Es como las gigantescas
bolas de piedra, que colgadas de largas cadenas, rompen cualquier fortaleza que
se les oponga.
Así, de esa manera, también siento que tengo que
posicionarme frente a un tema sobre el que hay que decir algo. La cosa no pasa
por decirlo de otro modo, o expresar lo mismo con otras palabras. Creo, que el "quid" para el
escritor es el aporte. Agregar algo de la propia cosecha. Aunque sólo sea un puñado
de palabras. Pero de algún modo originales. No en sí mismas, claro, sino en el contexto,
en cómo y en donde son aplicadas.
Y básicamente ése es mi deseable modo de entrar al
Parnaso, tan mentado y ansiado por todos los que utilizamos la escritura como
medio para ser usado por muchas personas. Es nuestro Prêt-à-porter.
Lo hemos diseñado especialmente para ser leído por
muchas y variadas personas con distintos talles y medidas.
Esmeradamente -la más de las veces- dibujado para ser
visto por los demás con agradable disfrute.
Un molde unisex, uniment (vale), "un sayo para
muchos talles", como me dijera una vez Lily Jalile, nuestra compañera de
foro.
Insistiendo en el concepto: la tela puede ser la misma
(lo es la más de las veces), la cosa está en el corte.
Y luego de leer la recopilación de Slictik, (ver El
escribir visto por los escritores en La Biblioteca), he decidido apuntarme en
la lista de espera para los cursos de corte y confección, y aprender
a diseñar también "a medida", que no deja de ser un buen
entrenamiento. Hilo hay, sólo tengo que tener suerte en el pajar. -Hay ,¡Ay!, todavía muchas perchas vacías en mi
guardarropa, que añoran -alguna vez- ser usadas. Bernie5422
27 ene 2014
CONFIDENCIAS
Ni bien se cerró la puerta, sólo quedó en el estudio
una tenue luz que se filtraba por los postigones mal cerrados, y que provenía
del farol que alumbraba la calle donde vivía Gregorio.
Todo parecía estar en calma, si no fuera porque una
casi inaudible conversación se dejaba escuchar, que se desarrollaba en la zona del viejo
escritorio de roble.
Igual que en los dibujitos de Walt Disney, los
artículos del dueño de casa tomaban vida y retomaban actividad cuando se
encontraban solos.
En realidad -y eso no lo aclaraban los comics-,
siempre estaban vivos y compartiendo todo lo que sucedía en ese lugar. Sólo permanecían quietos y mudos cual si
fueran estatuas o estuviesen jugando a ese juego todos ellos, cuando entraba
algún humano.
La magia del cine todo lo puede, pero lo escrito es
bastante más limitado, y exige muchas imágenes verbales para describir una sola
de la pantalla. Por eso dicen que una imagen vale más que mil palabras.
No obstante, la imaginación también todo lo puede, y
me valgo de ese artilugio para colarme en el salón y escuchar lo que allí se
dice, sin delatar mi presencia. Esto lo
ignora Gregorio (por ahora) y también la papelera, las hojas y las máquinas de
escribir. Cuando digo las hojas hablo de
todas ellas: las abolladas; las de la bandeja, y la finalista; y por supuesto tampoco
saben de mí ni el ordenador, ni tampoco la vieja máquina de escribir manual.
Estoy ubicado detrás del bandeaux aterciopelado que
cuelga de la cenefa, justo a las espaldas de la silla donde se sienta el que escribe,
y desde allí puedo ver toda la escena y captar hasta el más mínimo detalle. Lo
que es de destacar es que si bien todo el contenido del texto que
mecanografiara G estaba llenando la hoja, ella no se sentía abandonada porque
el hombre (así lo llamaban) lo hubiese copiado en el moderno ordenador. Todo lo contrario. Festejaba el
hecho de ser presentada en sociedad como la finalista, y eso le bastaba
para mantener su ego bien nutrido, mientras el ordenador estaba ocupado en
recibir mensajes de texto y almacenándolos hasta nuevo aviso.
Además, como todavía permanecía en el carro, su
postura erguida le hacía tener un papel (sic) preponderante frente a los demás.
Como reinando desde las alturas, o al menos eso parecía.
Porque eso lo habían escuchado alguna vez hacía
algunos años. Me compro este nuevo
ordenador –le confiaba G a un amigo- pero nunca dejaré mi querida Olivetti.
Tiene un sabor especial sentir la resistencia que hay que vencer para teclear,
y si le sumamos su propia musicalidad, y me refiero al retroceso del carro y al
sonido de alerta que suena a poco de terminar cada línea, pareciera que tuviese
algo de vida propia, especulaba Gregorio, y con eso intentaba explicarle sus
sentimientos al amigo.
Eso hacía muy feliz a la finalista y a la máquina en
ésta particular oportunidad. Ambas se sentían victoriosas.
_ No
necesito decirles, argumentaba la máquina, lo que significa para mí haber
acompañado a esta hoja en su momento. Ya
sabía yo lo que me esperaba, pero no tenía la certeza de que se concretara en
el mismo día.
Sí, asintieron los demás, con evidente regocijo, el
hombre estaba inspirado hoy, más que otras veces.
--Se veía que esos elementos sentían afecto por G, y
de alguna manera les tocaba vivir lo que
a él le sucedía.
Eso quedaba claro, y no fue para mí una sorpresa, dado
que conozco el apacible carácter de Gregorio.
A su manera, se hacía querer. A
mí me cuesta bastante más lograr lo que él, pero hoy no es mi turno, de modo
que….
Y se escuchó a la papelera, que queriendo moderar en la
conversación, les recordaba que de aquí a poco vendría la del moño y por unas
horas no iban a poder seguir hablando.
Siempre les pasaba esto cuando vaciaban el cesto.
Se iban las abolladas. Arrugadas pero dignas, orgullosas del sacrificio, en aras de pulir un incipiente
texto, pero faltaban ellas y no quedaba bien seguir conversando, y menos hablar
del texto.
---Es que allí se centraba casi todo: en el
texto. Como les dije antes, él se merece
como un capítulo aparte en estas confidencias que comparto con ustedes.
El texto merece un andarivel para él solo. Nomás si estudiamos su estructura, vemos
lo difícil que es el clasificarlo, o mejor aún el definirlo. Por anticipado es
imposible. No lo intenten porque es
terriblemente cambiante.
Uno piensa en uno cortito, acuden los pensamientos y
amenaza en novela. Uno se sienta a
novelar, y sale un microrrelato. Se
piensa en un poema y se termina en prosa. Y así o peor aún. Del tamaño de las letras ni les hablo, ni qué decir del cambiante lugar de
los párrafos. Ora encabezando el texto, ora finalizándolo, o metido en algún
lugar de la hoja, como perdido. Lo dicho.
Es harto difícil. Lo mejor es
agarrarlo cuando lo envían, o cuando con el punto final lo sacan del carro. Sólo así puede uno estar medianamente seguro.
Y otro tema harto difícil es el del título. Si se logra informar sobre lo que viene, y
además oficiar de gancho para el que decide si lee o no ese texto, estamos del
otro lado. Se augura éxito. Ahí se
anticipa la creatividad del escritor. Un escrito sin título es como una obra de
autor anónimo, o al menos eso opino yo, que soy el que tituló lo que están
leyendo. Me cito, como quién dice, pero es así, no lo puedo evitar. Es el ego el que manda, como les comunicaba
más arriba. Sin ego no hay ni título ni
texto, y el que pregone lo contrario, que me llame por teléfono que le haré
retroceder de su postura. Otras veces
coincide de primera con lo que se
va a escribir y entonces lo aprisiona y le deja sin movimiento alguno, sin
cintura para los cambios. Tal vez por eso, algunos prefieren elegirlo después
de terminado completamente el famoso texto
Bien, como les anticipara la canastilla (para respetar
su doble personalidad) vino la del moño
y cerró ya la negra bolsa. No hay más
diálogo, pero yo me llevo bastante material para mi próxima entrega. Eso sí, lo prometido es deuda, y de esto
sabrán Gregorio y los demás “compa” del foro.
Hasta más ver. Bernie5422
24 ene 2014
LOS ESCRITORES EN EL PARNASO
Nuestro querido moderador Slictik, el que nunca reposa, nos ha abierto un nuevo hilo, imaginando un lugar -nuestro Parnaso- donde escribir a troche y moche, al modo y gusto de cada uno. Hice dos entregas y las comparto con ustedes. En ese lugar habitan los dioses y las musas. Él se rebautizó Résec, que no es otra cosa que César al revés, que es su verdadero nombre, y con ese apelativo es un semidiós en el Parnaso. Ahora los textos:
NIERBE, EL BISÍLABO
Le llamaban Parnaso, pero le tenían puesto un
apelativo con el que todos se habían puesto de acuerdo: Parnaso el trisílabo.
Tal mote se lo había ganado por votación, y en ella
por abrumadora mayoría, pues decían que los dioses letrados que allí vivían,
podían con sólo tres sílabas escribir o describir lo que se les antojara.
Lo maravilloso era que a partir de la tercera – que
era elástica- se podía llegar hasta la palabra más larga que se quisiera
inventar.
Para eso son los dioses, claro. Tal cosa no estaba en tela de juicio.
De algo parecido disfrutaban también los semidioses,
que no eran dioses sólo al cincuenta por ciento al pie de la letra, porque su
segunda mitad también era elástica, y a veces, pocas, podían estirarse y lograr
textos que los convertían en dioses completos todo el tiempo que duraba la
lectura de lo escrito. Luego, todo
volvía a las dimensiones originales.
Disfrutaban de estas especiales condiciones todos
aquellos que se vieran necesitados de utilizar la escritura, como si fuese la
varita mágica de las hadas terrícolas, y transformar la realidad en una
realidad ficticia o, hacer que la realidad escrita fuese más elocuente que la
mayor fantasía a experimentar.
Era de lo más complicado, pero todos decían que se les
antojaba de lo más gratificante el resultado de la tarea emprendida,
Sólo los dioses podían comprender cabalmente semejante
afirmación.
Antes de ser dioses completos, a ellos les sucedía
algo parecido.
La mitología nos enseña que las reglas que se
establecieron allá a lo lejos en el tiempo, establecían que se convertirían en
dioses aquellos semidioses que hubiesen escrito una cantidad tal de textos,
como para ser pasibles de ganar una de las estrellas del firmamento.
A más cantidad de textos presentados, más cantidad de
estrellas, y sin límite de acumulación.
Cada dios lucía delante de él, como levitando, a la
altura del pecho, las estrellas ganadas, y de esa manera los semidioses
sabíamos la conducta que teníamos que tener frente a cada uno de ellos.
Eran nuestro referente. No era preciso creer en los
dioses. Ahí estaban, al alcance de la
mano, como quién dice.
Como quién dice, es inexacto o da lugar a
confusiones. Porque tan al alcance de
las manos no lo estaban, ya que los semidioses no podían entrar por su propia
voluntad a ese monte.
Pero siempre hay uno a quién nada le importa y es
amigo de cualquier exceso, y así le fue.
Rásec era un semidios con tantos escritos y tan
extensos, que se había ganado el mote de Rásec el prolífico.
Le gustaba siempre estar azuzando a los demás semidioses con diversas
formas de desafíos letrados, tanto que ya se había ganado un lugar cercano a
los dioses.
Acorde con su personalidad rebelde, cuenta la historia,
que desoyendo la prohibición de penetrar en el monte, ingresó a él sin permiso,
y además dispuesto a quedarse un tiempo largo a juzgar por la cantidad de
provisiones que llevaba en sus alforjas.
Hasta tenía puestas las sandalias especiales para
subir al citado monte.
No sólo no lo pudo escalar todo, sino que además de
perderse por el camino, los dioses se enojaron con él, y en penitencia le
obligaron a cambiar de mote por uno que fuese impronunciable, y apenas se
pudiese escribir sin antes dudar si la C iba antes o después de la K.
Un castigo ejemplar, aunque es tal el amor y la pasión
que siente por las letras, que no sufre
mucho por estar junto a los semidioses. Es sabido por otra parte, que en
segunda clase se divierte uno mucho más que viajando en primera.
Por otra parte, si nos consultan, seguro que le
pediríamos a los dioses indulgencia, pues se ha ganado el afecto de todos
nosotros.
Como disculpa, siempre arguye que él sólo quería
imitar o seguir los pasos de su verdadero dios, un tal Cervantes, que sí pudo
entrar al monte en lo que dio en llamar su “Viaje al Parnaso”.
Como se habrán dado cuenta, quien les está relatando
todo esto, no es ni más ni menos que Nierbe el bisílabo, que hasta para
inventar el nombre le copié a Rácec, a quién admiro, y que espero no se
indisponga conmigo por haber puesto en evidencias sus características
personales.
Ahora dejo éste relato, pues entre los desafíos que
tenemos que enfrentar los semidioses que aspiramos a un upgrade (del griego subir un peldaño) está el de
enamorar a la diosa Musa, y nosotros inspirarle a ella el deseo irrefrenable de
soplarnos al oído algo que nunca hubiéramos imaginado u oído sin su ayuda.
Nerbie5422
Y ahora el otro..............
MÉNAGE A TROIS
La pacatería no es un don apreciado por los dioses, y
quién la detentara como propia sería castigada al modo en que los dioses lo
hacen: con un hechizo.
Y así fue como le sucedió a Hajo, con H, una diosa
embrujada, una diosa encadenada a un castigo, una diosa extremadamente hermosa
y deseable, que sufría la pena terrible
de estar íntimamente ardiente de pasión desenfrenada, pero sin poderla
evidenciar a quién la mirase, y sólo se rompería tal hechizo cuando le
escribieran sobre su cuerpo el texto más erótico jamás visto u oído en el
Parnaso.
Siempre sola, incapaz de jugar con las otras ninfas. Todo le estaba vedado por su condición de
pacata. Siempre cubierta de rubor, siempre los ojos bajos, y la mirada huyendo
de las escenas libidinosas que se veían por doquier. Pacata por fuera y una
fiera desenfrenada por dentro.
¡ Ah dioses del Parnaso! Exclamaba en un grito mudo y reprimido.
¡Escribid, escribid , escribid, hacedlo tanto, hasta
que a alguno se le ocurra aquél relato que me libere de mis cadenas del deseo,
y me llene de letras sin vergüenza, de tal modo expresadas, que me transformen
en el cuento erótico jamás pensado y escrito, que me revelen por fin -rompiendo
el hechizo- en la que más deseo: en la hoja inmortal, en la hoja inmoral, en la
reina del orgasmo escrito, en la más satisfecha.
Y así, con ese destino, deambulaba la diosa más
hermosa, la más ansiosa. Una DIOSA con mayúsculas.
Porque nunca antes y nunca después alguien podría
tener el más maravilloso sexo, como el que disfrutaría el que lograse sobre su
piel poner el tan ansiado texto. El más perfecto “menage a trois”; el trío
imbatible; el triángulo perfecto: una hoja, un escritor, y un relato. El relato inmortal escrito sobre la hoja virgen
más famosa del Parnaso. Nada supera al orgasmo escrito, y ella lo sabía (era su
secreto), es perfecto, y se obtiene todas las veces que acudas a la hoja, y se
repite sin cansancio cada vez que se la lea toda. Un orgasmo de los dioses,
como se suele decir. Sería una de las pocas veces en que la ficción superaría a
la realidad. Y eso está reservado sólo a los semidioses, y sólo uno será el
ganador.
Me siento a competir. Pluma en mano, los ojos con una
mirada perdida en el cielo, la mente vagando en el éter, y un rezo clamando
piedad a los dioses. Piedad para con este escritor enamorado de Pacata la
inorgásmica, o Hajo con hache como la llamamos acá. Dejadme romper el hechizo,
que muero de amor. Alguien que me sople aunque sea una línea, después yo sigo.
Y así están las cosas en el Parnaso y sus alrededores. Ella vagando sola y ellos escribiendo. Que los dioses se apiaden de ambos. Eso,
también es un deseo. Nerbie5422
16 ene 2014
CONFESIONES CONTENEDORAS
Y aquí
estoy. Acaba de entrar la señora de la limpieza, la del moño azul, la que todos
los días me trata como el último orejón del tarro. Realiza toda su tarea a buen
ritmo, y para finalizarla echa toda la basura en una bolsa negra grande, de
esas que se usan en los consorcios, y finalmente me vacía dentro de ella.
Y allí quedo
otra vez, al lado de viejo escritorio de roble, donde reposan una vieja máquina
de escribir, un ordenador de última generación junto al cenicero de grueso
cristal, y la bandeja de plástico repleta de hojas en blanco.
Todos a la
espera del hombre. Cuando él entra, siempre la misma rutina. Se sienta,
enciende un cigarrillo tras otro, luego se levanta, camina en círculo
rascándose la nuca ( siempre que piensa lo hace), y de pronto se sienta de nuevo,
como decidido a escribir. La más de las veces lo hace en el ordenador, pero a
mí lo que mas me gusta es cuando desenfunda la vieja Olivetti. Ahora que lo
digo, me gusta la música que saca de ella. No sólo el sonido de las teclas
castigando la cinta bicolor, sino también la alegre campanilla que suena al
término de cada línea, como lo hace el que en la orquesta toca el pequeño pero
sonoro triángulo. Y de nuevo el retroceso, para una nueva línea, que me
recuerda al bajo continuo antes de comenzar el recitativo.
Y quedo
atento, pues me puede tocar a mí.
Brusco, casi
rabioso, arranca de un tirón la hoja colocada en el carro, y hecha un bollo me
la tira adentro, como los jugadores de baloncesto, cada vez acertando pues le
quedo al lado. Así cualquiera. Es entonces que participo en el asunto.
Sucede que
sin comprender mucho la cosa, ellas (las hojas) sienten una profunda tristeza
al ser así abandonadas. Y yo tengo que inventar explicaciones para mitigar su
angustia, y tratar de elevar su autoestima.
Entonces les
explico, les hago creer, que ellas son las precursoras de un gran relato, y que
sin su aporte nada de eso se hubiese podido lograr. Que esa era su gran misión,
y así, de ese modo, ellas misma se van secando sus lágrimas, y se quedan mas
tranquilas, resignadas a correr con su destino. No lo puedo evitar, la
solidaridad me puede. Soy, de alguna manera como el celador escolar, que en
cada recreo se despide de sus alumnos para esperarlos y cuidarlos otra vez cada
día.
Por suerte
siempre encuentro alguna hoja con capacidad de escuchar, y puedo-también-
volcar en ella mis propios problemas. Sucede que desde que me fabricaron, cargo
con un complejo de género pues no sé si debo ser canastilla o cesto de papeles.
Cada uno carga su cruz, la que le toca asumir.
Pero no
puedo seguir con ustedes, pues mientras esta charla tomaba carácter, ya me han
tirado como tres, y sus incipientes sollozos no me la dejan continuar.
Parece que hoy va a ser uno de esos movidos
días, en que me hallo -al final- repleto/a de hojas ya mimadas y por fin
tranquilizadas. Será pues, hasta mañana si Dios quiere.
11 ene 2014
¡¡¡BAJÓ LA MANZANA!!!
Coreado de ese modo, al estilo de cualquier feria
vecinal de frutas y verduras, parecería una banal situación de oferta y
demanda, de mercadeo sencillo, en donde se intenta aumentar la demanda con sólo hacer
una rebaja en el precio del artículo a vender.
Otra cosa es en boca del genio Isac Newton, que como
todos los de su profesión, sólo estaban preocupados en descubrir las leyes físicas
que organizan y mandan a los elementos de la naturaleza. Y para él no hay más
gravedad que esa, en el tema que nos ocupa. La famosa “ley de la gravedad” está
dirigida a saber cuál es el destino, y a qué velocidad logra llegar a él el
fruto del manzano. Y nada más. La cosa moral o ética aparentemente no entraba en
el juego.
En cambio, el que inventó esa fuerza, mas todas las
gravedades posibles, se ve que no opinaba lo mismo. Que la manzana se
desprendiera del árbol, cómo; cuando; y quién ejercía la presión necesaria para
que esto sucediese, era de vital importancia, y la gravedad estaba en juego. Y
como veremos, el destino de la raza humana también.
Y no se pagaba el precio solamente por adquirirla, no
señor. Cuando la mordías, y sólo a partir de ese momento se hablaba del
verdadero precio de dicha fruta. Parecería que la tal inocente manzanita,
llevaba consigo el especial atractivo de representar el irrefrenable deseo
carnal, personificando el pecado
original, nada menos.
Me detendría un
momento para intentar entender algunas cosas, referentes a la denominación
original de los elementos, y éste en particular.
El maracujá o fruto de la pasión en realidad le robó
el nombre a la manzana, según yo veo. Si la pasión se concretaba con sólo
morder de la fruta del manzano, en realidad debería ser su fruto llamado así y
no el del maracujá. Pero los caminos del señor son…..y no creo ser yo quien
pueda develar todos sus misterios. Pero que me queda ese reproche en el
garguero, me queda. Hay cierta incongruencia, no me digan que no.
Después, todo el tema del destino de la raza humana,
que no sé qué hubiese sido de él si Adán controlaba su predilección por la
dieta de frutas en compañía de Eva, el otro comensal allí presente. ¿Cuántos
seríamos ahora? Otro de los insondables misterios. Porque los leones y leonas
podían procrear leoncitos, y los corderos podían ver crecer sus corderitos, y
todos en paz. Pero y los hombres…, ¿cuándo verían a sus hombrecitos?. Eso me
pregunto yo.
Al fin y al cabo, era una cuestión de sólo bajar el
precio de la manzanita, como pasa en nuestros tiempos y desde hace ya muuuucho
tiempo, pero no gracias a Dios, claro. Que la cosa no sea tan grave y que
además se haya multiplicado en forma exponencial el número de oferentes y
demandantes, no sólo influyó en el costo del producto, sino también en los
efectos secundarios que se producen al probarlo.
El sexo es maravilloso. ¡Qué chocolate ni que ocho
cuartos; ni caminata al sol en la ribera de la playa…, y dale con las
endorfinas! Una buena encamada y todas las gravedades caen por su propio peso,
valga el comentario concluyente. Sólo hay que ver la cara de satisfacción de
los consumidores, en adelante los pecadores.
Y en esa estamos. Primero nos crean, después nos
inyectan el deseo junto con la prohibición, y para colmo de males, agregan el máximo
castigo, y arréglatelas como puedas. Para peor, Adán y Eva no tenían muchos con
quién consultar. Y la vecina, como casi todas, era una víbora, y no se podía
mucho uno confiar en sus comentarios. Estaban solos, a la buena del señor, como
se dice. Como se dice mal, corrijo. Al menos en éste particular caso.
No lo termino de entender, como dije. Te otorgan el
libre albedrío, pero preparate para la paliza si lo ejercés. No era fácil. Y no
se podía follar escondidos en el follaje (que de ahí viene su nombre) a
escondidas, Él todo lo sabría, tarde o temprano.
De modo que debo concluir que todo se lo debemos a esa
audaz parejita, que dispuesta a pagar el más elevado precio al que ha llegado
históricamente una sola manzana, nos ha hecho muy felices, o al menos
satisfechos, la mas de las veces. Alabados sean.
Bernie
8 ene 2014
DOS A FALTA DE UNA
............................................................................................
El refrán dice que “hombre prevenido vale por dos”,
pero eso no asegura que a la hora de sacar la cuenta, eso signifique
necesariamente una ventaja. Todo va a depender de en qué terreno se pretenda
triunfar. También se sabe que “el que mucho abarca poco aprieta” o que no es
fácil dar batalla en varios frentes a la vez.
El olfato; la agudeza de la visión; la sensibilidad de
la audición; la intuición y los rápidos reflejos no lo son todo. Para ser
ganador se precisa del oponente, como en el yudo. En esa técnica de lucha
milenaria, se aprovecha de los movimientos del contrario para neutralizarlo. Saber
los costados débiles del adversario y conocer sus fortalezas, otorgan
importantes resto para el desafío, sea el que sea.
De una manera u otra, todo esto forma parte del saber
popular, y no merece mayores explicaciones.
Ahora bien, que se sepa aplicar correctamente, eso, es
“harina de otro costal”.
Podemos tomar como ejemplo el hogar de los Herac,
donde viven Lerna y su marido Julio, y echarle un ojo. Es un piso en un barrio
céntrico de la ciudad, en la esquina mismo de Robles y Gral.Santander, a un
paso de todo. Con mencionar que ella va a trabajar y al gimnasio en bicicleta,
está todo dicho.
Él, en cambio, se desplaza en tren, pues trabaja de
traje y corbata en el banco, e ir y volver en bici no le cuaja, ni tampoco habría
donde dejarla. Como buen bancario, es metódico, puntilloso, celoso del orden de
las cosas y harto controlador. Tercera generación con el mismo oficio y en
consecuencia los mismos patrones de conducta. Puntual para comer, para irse y
para volver; siempre atildado en el vestir, y celoso de su prolijo y
excesivamente corto corte de pelo. Celoso no sólo de su cabellera, sino además
de su entorno: llámese Lerna. Desconfiado diría, como el animal del bosque,
siempre atento a cualquier movimiento que salga de lo normal o que lo ponga
sobre aviso de algún peligro para su acostumbrada tranquilidad. Inseguro,
presto a la lucha más que a la huída, presentaba más batallas de las que tenía
que enfrentar, y la mayoría de las veces las perdía. Es que Lerna era una mujer
de carácter fácil de llevar, pero con un sentido de la justicia tal, que
desafiaba altanera cualquiera de los avances posesivos de su cónyuge. Esto
calmaba las aguas la mayoría de las veces, pero, “tanto va el cántaro a la
fuente…..”, que el hastío iba tomando forma y cuerpo en la falsamente acusada
mujer. De esto, él ni por asomo se daría cuenta, pues Lerna bien que lo
ocultaba.
En las parejas suele haber uno de los integrantes que
efectúa un balance cada tanto, y muchas veces opta por el “status quo”, y que
todo siga como hasta ahora. Pero esa evaluación paga un precio. Oí cierta vez
que si se clava un clavo en una madera y luego se extrae, queda la marca en
forma indeleble al paso del tiempo, y a mayor cantidad de clavos, más heridas en
la madera son el saldo. Así pasa con las relaciones entre los humanos, y la metáfora
se convierte en profecía que se cumple.
Julio no lo tuvo en cuenta, y Lerna no fue la
excepción. Algo cansada de defenderse y de ser acosada y acusada, dejó pasar
por alto algunos requiebres de sus compañeros de trabajo, y algún que otro lance
de sus colegas del gimnasio, hasta que le llegó la hora. Y aquél que ya no veía
más la oportunidad de su momento, vio
coronada por el éxito su larga espera. Y tomaron por fin aquél café, tantas
veces pospuesto delicadamente por ella. Y lo tomaron después de, y no antes.
Todo sucedió entre la salida del trabajo de Lerna y la entrada al club. Y el
controlador no lo supo. Y no lo pudo saber a pesar de sus cuatro atentos ojos,
de sus sensibles cuatro oídos, ni lo advirtió su duplicada y fina intuición, ni
tampoco su olfato de cuatro narinas, como él se ufanaba de tener.
Será el último en enterarse (de ser el caso) y
lucirá-ignorante- encima de sus dos alertas cabezas (siempre mirando a cada lado
para no perderle pisada a Lerna), una preciosa doble cornamenta que, además
ahora, le pesa tanto que para colmo de males ha enlentecido -también- sus habituales
y hoy inservibles reflejos.
Finalmente, si éste texto llega a alguien que lo
identifica, espero le sirva de lección.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)