Pablo Neruda: La palabra

"…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen…" de Pablo Neruda: LA PALABRA

29 sept 2013

Las bicicletas son para el verano

Acabo de proponer a administración la posibilidad de un trabajo conjunto entre fotógrafos y escritores, eso nos ayudaría a conocernos mejor y a interactuar en trabajos conjuntos. Me gustaría que me dijerais qué os parece e hicierais propuestas. Por ejemplo al principio de cada mes se elegirían varias fotografías, a votación, entre las que más nos hubieran gustado de las subidas el mes anterior a las diferentes secciones. Sobre ellas escribiríamos algún texto. De esta forma los escritores nos acercaríamos más por las secciones fotográficas y los fotógrafos se animarían más a venir por aquí..
 

Este texto es la propuesta- todavía no ejecutada- de mi moderador Slictik. El último número de la revista, el ejemplar 20, tiene la foto ganadora ( La espera ) y ahí la pueden ver en la página 47  http://www.lodigital.com/prg/revista-m20.htm. No pude con la ansiedad y con el mismo título del llamado a concurso escribí este relato.La locura no dio para tanto, y sólo lo envié a el moderador por correo privado.

 Las bicicletas son para el verano  ( basado en la fotografía ganadora en el período julio-agosto de 2013 en Sonymage)

La historia que les voy a relatar transcurre en la España de los años….bueno, no es necesario ubicarla con mucha exactitud, ya que en realidad tiene que ver con los anhelos, y las ilusiones de una vida profesional en el teatro, de una joven muchacha que quiere ser actriz. Y eso es mas o menos atemporal.
Egresada de la escuela de arte dramático en su ciudad natal, se entera por medio de una amiga, que un reconocido dramaturgo tiene una obra que quiere representar en teatro, y tal vez en el cine, y que está abocándose a la tarea de seleccionar a los actores.
¡¡ Una audición!! ¿Será que estoy pronta para todo lo que eso significa?
Esperaría a llegar a la casa, meditar un poco sobre todo el asunto, y llamar a su amiga , hablar con ella, y plantearle todas sus dudas. No es que Juana sepa del asunto específicamente, pero tiene la cualidad de ser equilibrada y lo suficientemente sensata como para confiar en su …..y dejando ese pensamiento de lado, baja del autobús y se dirige ansiosa a recorrer esas pocas cuadras que le separan del departamento en donde vive.
Holááá, Juana? Soy yo, Marita. No, no pasa nada, me sentís agitada porque caminé un tanto apurada desde la parada, pues necesitaba oír tu opinión sobre lo que me contaste ayer de esa obra de teatro que se va a estrenar pronto.
¿Te parece que podríamos juntarnos a la salida de tu trabajo? Bueno, así te cuento lo que estuve pensando. De acuerdo, paso a recogerte a eso de las siete, a ver si tenemos suerte y puedes salir algo mas temprano, o…. pensándolo mejor….si tu te vienes por el camino que va al río, y nos encontramos en ese lugar que tanto nos gusta. Un poco de ejercicio no me vendría mal, y de paso tomo algo de aire fresco que me atempere las neuronas, que están que arden. Eso pues, en eso quedamos. Te veo allí.
Dicho y hecho, salió de la casa, descolgó del gancho que soportaba su bici debajo de la escalera que daba para la segunda planta, y sin apuro ya, pedaleó hasta el punto de encuentro.
Tal como esperaba, la pequeña colina era el lugar perfecto. Soplaba un airecito refrescante que mecía rítmicamente los pastos estivales, y el día se presentaba con una claridad que llamaba a estacionarse en lo alto de la colina y perdiendo la mirada lo mas lejos posible, meditar sobre lo hablado.
Clásico de su temperamento, ni siquiera se tomó el tiempo para cambiarse de ropa, y así, con esa falda holgada, y el calzado de ir al centro de compras, así recorrió todo el camino y así anduvo entre la grama de la archiconocida senda.
Se detuvo en lo mas alto, con un pequeño salto se bajó de la bici, y hábilmente, se sentó de costado en el asiento de la bicicleta, los pies firmemente apoyados en el suelo, haciendo posible una situación cómoda y equilibrada, apta para mirar el paisaje y dejar correr los pensamientos.
La historia no termina aquí, pues siempre interviene el destino y hace su papel, y a veces si bien no cambia el final de los hechos, altera a gusto propio los caminos por los que se llega a ese final. Y esto es lo que le ha pasado a Marita.
Ni siquiera se percató de que allí estaba. Absorta en sus pensamientos no lo vió, no lo escuchó, hasta que varios sonidos como de click rompieron el silencio y la obligaron a voltear la cabeza buscando de donde venían.
Tal cual les digo, no supe si viajó a presentarse finalmente en la audición, ni siquiera supe cómo le fue. Lo que supe sí, es que el fotógrafo que la captó recibió el primer premio en un concurso en donde la temática tenía que ver con bicicletas.
Ella tuvo su papel protagónico, no el que pensaba, claro, y como a veces sucede, para bien o para mal, nada rueda como uno supone. Y si tiene dos ruedas, menos.
Bernie5422

28 sept 2013

ESTRATEGIA PARA UN ESTIGMA

                                                   
Aquel grito desgarrador provenía seguramente de la planta alta de la casa. Yo me encontraba en el jardín y atravesé la puerta de la cocina como un bólido. Corriendo, me agarré del pomo de madera que daba de terminación a la baranda de la escalera, y en dos zancadas llegué al pasillo que daba al baño y a los dormitorios, y recién allí pude distinguir que el grito que antes escuchara y ahora convertido en ayes y sollozos, en realidad venía del baño, y tanteando el pomo de la puerta llamé a mi mujer, quien era la que motivaba todo el alboroto.
Ema…¿todo bien ?….pregunta tonta si las hay, ya que con ese grito y con los lamentos, estaba clarísimo que nada lo estaba.
Cedió a mi sugerencia y me dejó entrar. Abrí despacio, casi con temor de lo que allí me encontraría, pero a primera vista nada pasaba que me pudiese alarmar demasiado. En su bata de baño, casi caída sobre el espejo articulado del botiquín, mirándose la cara, y con las dos palmas apoyadas cada una en sus respectivos cachetes, y en una actitud como de quien está a punto de desfallecer me dijo: me salieron las primeras arrugas. Era débil ya la voz, como queriendo esconder las palabras, tanto, que yo no entendí bien si dijo arrugas o verrugas y no supe qué actitud tomar.
Por esa cosa que tenemos los hombres, cuando no sabemos qué hacer en algunas situaciones que se nos presentan con algunas mujeres, y menos sabemos qué decir, sólo atiné a preguntarle si le dolía algo.
No, fue la respuesta inicial , para luego cambiarla por …¡ claro que me duele algo….. me duele ver que estoy envejeciendo,… y que de aquí en adelante sólo va a ser peor !. Por supuesto que a ese pequeño diálogo le siguió la clásica serie de…  andá, dejame sola….vos igual no lo vas a entender….. Y casi agrega, ahora ya no va a ser lo mismo entre nosotros, pero no, de esa nos libramos.
De la que no nos libramos fue de la consulta con su medico de cabecera y si la vejez prematura esto o aquello; ni de una sesión con un cirujano plástico que alguien ya había recomendado en alguna reunión entre amigas.
Yo me la venía venir. El baño se llenaría de promesas vanas metidas en potes cada vez mas chicos y cada vez mas caros, y el rostro de mi esposa agregaría cada año otra arruguita mas para contabilizar, y nuevos potes, claro.
Y entonces me vino a la memoria la letra de una bella canción de amor a la edad adulta, cantada por Brassens y luego por Paco Ibañez, llamada Saturno.
Decía en el final ….“ y las mocosas de hoy en día, por mí pueden irse a pasear”,  y con esas palabras quería revalorizarle a su amada lo vivido y que los años que se vinieron encima ( y las arrugas ) son saldo a capitalizar, no a lamentar.
Ya tenía- entonces- bien claro lo que le escribiría en la tarjeta que acompañara al cachorro repleto de arrugas que le iba a comprar en la veterinaria mas “chic” de la ciudad. En el fondo, mas que un sentimental, soy un estratega.
Había encontrado en la compu, una foto de uno de la misma raza, que con una leyenda decía: “ quiero una crema antiarrugas ” y en el “ ciber ” le hice preparar una copia  y todo lo puse en el mismo sobre, prendido al borde de la canasta que oficiara de su primera cucha.
Salió mas costoso que el primer mes de tratamiento y consultas medicas, pero yo había puesto en él todas mis expectativas de éxito.
No es que mi esposa se caracterice por ser superflua ni excesivamente egocéntrica con la estética. Lo que sucede es que no se resiste fácilmente una mujer a la presión del entorno, ni a la lucha de comparaciones entre sus semejantes. Un amigo cierta vez me dijo: “ las mujeres se visten para las otras mujeres”….y algo de eso creo que hay en el espinoso asunto.
 Entre manejar con una mano, y con la otra sujetar la canasta con el movedizo cachorito, y estos pensamientos rondando en mi cabeza, por fin llegué a casa pronto a desplegar toda la artillería disponible.
- Emy……Ema……Emaaaaaaa…… llamé para ver si venía y podía sorprenderla con el hecho de llegar mas temprano que lo habitual y además con el presente que dejé apoyado sobre la mesa del living.
No se lo esperaba, por supuesto, y acompañando al beso del encuentro con el gesto de ¿ qué pasó ? , descubrió la canasta y la peluda cara que se asomaba tímidamente.
Sin mediar palabra, se acercó, lo levantó con las dos manos y lo acercó mirándolo con esa ternura que todos los cachorros- siempre- provocan a los que los agarran.
- ¿ Es de nosotros ? dijo. Si, claro, contesté. Es para ti, pero es nuestro. Siempre quisimos una mascota y pensé que….y no pude terminar la frase, que ella dijo: ¿ le viste esas preciosas arru…..y tampoco ella pudo finalizar la frase sin dejar de echarme una mirada entre cómplice y agradecida.
El sobre con la foto, la letra de la canción, y los aniversarios de casados subsiguientes- por suerte- hicieron el resto.
                                                                     Bernie

12 sept 2013

JUEGO DE NIÑOS

                  Juego de niños (relato erótico) Leer fuera del horario de protección al menor .

Hoy me levanté mas temprano que de costumbre, sin que ella me despertara con los ruidos que venían de la cocina o del baño.
Es que desde que le escuché hablando con su amiga del “cole” por teléfono, tengo esa idea fija, que no puedo, si me quedo en la cama, elaborar adecuadamente y además llevarla a cabo.
No lo hice en ese momento- en donde la urgencia para ir al baño atrasaba todas las otras- pero determiné claramente la ropa que me pondría para esa ocasión y además la que probablemente me gustaría que ella llevase puesta.
Había pensado en unos zapatos deportivos de buena marca, de los que hoy he visto que están de moda entre todos los chicos del barrio, un buen par de pantalones cortos sujetos con un solo tirador , pero cruzando el pecho y sostenido en el hombro del otro lado, una gorra de visera curva y echada para atrás, puesta al revés, y de remate una camisa de manga corta, de colores llamativos, sin diseño.
Aproveché para lavarme los dientes y peinarme un poco, pero no quería demorar mucho en el baño y perderme la oportunidad de ver si me cruzaba con ella en la cocina y saber de qué ánimo se encontraba esa mañana y, si estaría dispuesta a jugar conmigo ese día.
No siempre conjugábamos, y esto yo lo sabía de sobra, no solamente por los efectos de los estados de ánimo cambiantes de cada uno de los dos, sino que también las hormonas te la juegan sucio y uno no sabe a qué atenerse ( esto lo he escuchado en esos programas médicos que a veces pasan por la tele ).
No tuve suerte, ya que al entrar en la cocina, la pude ver a través de la ventana, salir montada en su bicicleta, probablemente a hacer alguna compra para sus padres , y de paso  encontrarse con su amiga, en algún lugar por el camino.
Para hacer juego con la idea que tenía en la cabeza, comencé el día con el desayuno y al abrir la heladera saqué la bolsa de la leche y me serví un buen tazón de cereales y bastante azúcar. Le eché tanta, que tuve que limpiar la leche que se derramó del borde y que dejaría la huella delatadora sobre el individual de tela.
Por suerte era sábado, no tenía clase, ni actividad alguna que me distrajese y me puse a cortar el pasto, lo que me bajaría un poco la ansiedad, mas allá de que era una tarea asignada sólo para mí, y que no la había llevado a cabo desde la semana pasada como había prometido.
Estábamos ese fin de semana solos en la casa y tal vez nada impediría el juego enseguida del almuerzo o, si los astros se alineaban correctamente, lo podríamos hacer antes de la comida. Bueno, me dije, empujando la podadora, veremos cómo se arma la cosa cuando ella vuelva.

Lo que supe recién a la tarde, es que también ella estaba ese día pensando en armar algún juego diferente y que en el supermercado además de comprar lo que tenía apuntado en la lista que llevaba, agregó unas latas de coca-cola y una bolsa de patatas fritas para comer desenfrenadamente frente al televisor.

Carolina, que así se llama mi compañera de juego, pedaleaba ya de regreso a la casa , cuando me vio entregado a la dura tarea de cortar el pasto, y con dos timbres me anunció que entraba por el costado del garaje donde guardaba su bicicleta.

Respondí con un gesto y levantando la mano le hice señas como para que se enterara que al poco rato estaría finalizando el trabajo, y sin dejar de mirar para ese costado, la ví, bolsas en mano, entrar a la casa.
Vestida como siempre, con ese jean gastado y una camisa suelta, se había ajustado el pelo como con una “ cola de caballo ” seguramente para poder manejar cómoda y que el viento no le arremolinara el  pelo sobre los ojos. Pero yo ya no veía nada de todo eso, yo ya estaba en el juego, la imaginaba descalza, esta vez peinada con dos trenzas a los costados terminando en sendas moñas de color , y disfrazada con aquella pollera que estrenara en la presentación del festival de baile de fin de año, y los labios muy pintados de rojo para hacerse aún mas llamativa.

Yo sabía - y ella también-que estábamos solos, pero aquello de lo pecaminoso o de lo prohibido, hizo que a pesar de estar algo sucio de pasto y tierra me le acercara por detrás, y casi rozándola, le susurrase al oído una invitación para escabullirnos en el cuarto grande y jugar a los doctores o algo por el estilo, al tiempo que le soplaba suavemente al costado de la oreja, que estaba libre de pelo y poderosamente atractiva.

Busqué y me puse, sin esperar respuesta , la ropa que había elegido, y tras lavarme manos y cara, me aparecí en la cocina nuevamente, pero Caro ya no estaba allí. La llamé y desde el cuarto grande me vino su voz diciéndome que subiera, que se estaba cambiando de ropa.
Le robé de la mesa una lata de refresco y me dirigí a la escalera, subiéndola de a dos escalones para llegar mas pronto. Y allí estaba, pronta para jugar , pero sin saber lo que yo traía pensado de antemano.
Se lo dije, le gustó, y sacó del placard la caja de disfraces y me hizo el gusto, sólo que no encontró el labial rojo y se puso en su lugar un marrón iridiscente que le sentaba de maravilla.
Me le acerqué , me subí a la cama, y me arrodillé frente a ella.
Inexpertas , como debían de ser en esa edad, mis manos exploraron debajo de su ropa sus incipientes pechos y ella se dejaba hacer con un gesto como de me gusta pero no estoy muy segura de seguir en este juego. Sin embargo, para mi sorpresa, extendió su brazo, me quitó la gorra, y me estampó un sonoro beso en la boca , fuerte, pero tan falto de de todo, que me puse de golpe a reír y nos dejamos caer juntos y abrazados sobre el colchón. Lenta, pero esta vez eficientemente, nos fuimos desvistiendo el uno al otro, sin dejarnos de besar suavemente y transformando las antes inexpertas caricias , en hábiles dedos conocedores de todos y cada uno de los lugares preferidos del otro.
Éramos como dos niños desnudos jugando en la orilla de la mar sin preocuparse del qué dirán, cuando en realidad somos marido y mujer, docentes en la escuela del barrio, llevamos ya 5 años de casados, nuestro hijo se había quedado a dormir en la casa de un primo con mis suegros, y nosotros sabíamos que en la variación está el gusto. Y eso hacíamos. Se los recomiendo, pues el sexo en el matrimonio después de tener hijos , y con ellos rondando por ahí en la casa, es heroico.
                                                                                       Bernie

5 sept 2013

LOS EFEBOS DEL PLACER

Lo que van a leer es en respuesta a la sugerencia del moderador de la revista española donde escribo desde noviembre del año pasado, de escribir algún relato erótico, como ensayo de taller. Como siempre les envío lo que escribo, ésta vez no es la excepción................................................
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Soñaba, pero no lo sabía. El cansancio acumulado de esa vertiginosa noche, le había tumbado en su cama, y se había apoderado de su conciencia ya hacía unas cuantas horas.
El calor entre las sábanas, y el silencio que lo acompañaban, hacían que Jacinto prolongara mas allá de lo habitual sus horas de sueño.
Amén de que lo que sin saber imaginaba, era esa situación como aquellas de las que uno no se quiere nunca desprender, y se dejaba llevar plácidamente por los intrincados caminos del disfrutable sueño.
La abundante melena de pelo fino y lacio, herencia de su madre, gozaba de un color negro azulado, poco frecuente, legado de la familia de su padre, que le cubría el rostro casi totalmente, sólo dejando ver entre la almohada y la sábana, los labios y el mentón que hablaban a las claras de un joven de incipiente adolescencia.
Alto era. Ocupaba acostado el largo total de la cama, que su madre ya había pensado en cambiar por una mas acomodada a su actual talla, en peligroso aumento.
Lampiño, y de estructura poco desarrollada, sus brazos y sus delgadas piernas le daban ese aspecto de estatua griega que estamos acostumbrados a ver, sin saber a ciencia cierta si los dioses tenían hermosos y atléticos cuerpos como los humanos jóvenes, o éstos, endiosados por la naturaleza, copiaban la fisonomía que abundaba en los cielos del Peloponeso.
A pesar de su edad, mantenía su cuarto prolijamente ordenado, adornado por elementos acordes a su status económico, sólido, pero no de nuevo rico, sin que faltaran además, algunos ejemplares de fotos de desnudos, hábilmente escondidos a los curiosos ojos de su madre.

Jacinto, el otro Jacinto, era de hecho un dios.
Atlético, de piel lustrosa y suave, contagiosa risa, y ese rostro con rasgos que no delataban a primera vista su varonero sexo, estaba tendido en la ladera de un pequeño monte, descabezando un sueño, recostado al tronco de un frondoso árbol.
De lejos, se podían oír los ajetreos de ninfas y poderosos dioses, entregados por completo al juego de los secretos, los celos, las envidias, y fundamentalmente a las artes y misterios del amor.
Al amor en todas sus formas y conceptos. El amor por el amor. El amor carnal por el amor carnal. El amor por la estética, y no el amor por la moral, sino por el disfrute, por lo hedonista y puro del contacto de una piel con otra piel.
Y por sobre todas las cosas el amor a la juventud, a la prístina y virginal juventud.
Y no estaba solo Jacinto en su sueño, le acompañaba siempre el apuesto Apolo, dueño de sus esperanzas y de sus desvelos.
Y hoy no era la excepción.
Acariciándole con una rama de olivo el pelo, al tiempo de tomarle suavemente de la nuca y rozarle levemente con los labios el largo cuello, despertó a Jacinto de su sueño y se acomodó contra el joven de forma tan armoniosa, que no se podía saber si era uno o eran dos los dioses recostados en el árbol.
Al poco tiempo, satisfechos ya, decidieron jugar con el disco, como era habitual, y Apolo, haciendo gala de destreza y de potencia, le imprimió tal fuerza al lanzarlo, que hirió de muerte a su amado oponente.

Jacinto, sudoroso, sintió una sensación como de agonía, y comprendió, en la duermevela, que no pudo contener el semen y manchar además de su ropa, algo de la sábana de su cama.
Era la primera vez que le sucedía, pero le preocupaba mas la excitación que le produjera el erótico sueño homosexual, que los saldos de lo que se podría comprender como un accidente normal y previsible en un chico de su edad.
Ya de camino al secundario, y preparándose mentalmente para rendir el examen de mitología griega, repasaba al tiempo aquél delicioso sueño con tan agónico como placentero final.
                                                                     Bernie5422